En los próximos días comenzaremos el Mes de María, un periodo de oración y gracia muy especial para nosotros en Chile. En nuestros hogares, iglesias y capillas, ya estamos preparando el altar donde nos reuniremos para, junto a la Virgen, aprender un poco más sobre Jesús. La misión de la Virgen es guiarnos hacia Él, y sabemos que en el cielo, ella no se cansa de interceder por nosotros y nuestras vidas. Por esta razón, me animo a compartir un fragmento de la reciente carta encíclica del Papa Francisco, que nos invita a profundizar en el amor de Cristo, manifestado en su Sagrado Corazón. Que la Virgen Santa nos ayude a conocer más a Jesús durante este mes.
El Papa nos enseña: “El amor de Cristo hacia nosotros es algo que Él no explicó en exceso. Lo demostró a través de sus acciones. Al observar cómo actúa, podemos descubrir la forma en que nos trata a cada uno de nosotros, aunque a veces nos cueste reconocerlo. Miremos, entonces, hacia donde nuestra fe puede llegar a encontrarlo: en el Evangelio.
El Evangelio nos dice que Jesús «vino a los suyos». Y nosotros somos esos suyos, pues no nos trata como a extraños. Nos considera parte de su ser, algo que cuida con esmero y cariño. Nos considera como propios. No significa que seamos sus siervos, ya que Él mismo lo afirma: «Ya no los llamo servidores». Lo que Él propone es una relación de amistad y pertenencia mutua. Vino a nosotros, superando distancias, acercándose a nuestra vida y a las cosas más simples y cotidianas. De hecho, otro de sus nombres es “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”, Dios presente en nuestra vida, entre nosotros. El Hijo de Dios se hizo carne y «se humilló a sí mismo, tomando la apariencia de siervo».
Esto se revela cuando observamos sus acciones. Él siempre busca estar cerca, está abierto al encuentro. Podemos contemplarlo cuando se detiene a dialogar con la samaritana junto al pozo, o cuando en la oscuridad de la noche se encuentra con Nicodemo, quien temía ser visto con Él. Nos maravilla ver cómo, sin pudor, permite que una mujer considerada pecadora le lave los pies; cuando a la mujer sorprendida en adulterio le dice: “No te condeno”; o cuando, enfrentando la indiferencia de sus discípulos, se acerca al ciego del camino y le pregunta con cariño: «¿Qué quieres que haga por ti?». Cristo nos muestra que Dios es cercanía, compasión y ternura.
Cuando curaba a alguien, prefería acercarse: «Jesús extendió la mano y lo tocó», «le tocó la mano», «les tocó los ojos». Se detenía incluso a sanar a los enfermos con su propia saliva, como lo haría una madre, para que no se sintieran ajenos a su amor. Porque «el Señor sabe la bella ciencia de las caricias. La ternura de Dios no se queda en palabras; Él se aproxima y, estando cerca, nos ofrece su amor con toda la ternura posible».
Sabemos que nos cuesta confiar debido a las heridas que causan las falsas promesas, agresiones y desilusiones. Por eso, Él nos susurra: «Ten confianza, hijo»; «ten confianza, hija». Se nos invita a superar el miedo y a darnos cuenta de que, con Él, no tenemos nada que perder. A Pedro, quien dudaba, «Jesús le tendió la mano y lo sostuvo mientras le decía: […] “¿Por qué dudaste?”». No temas. Permítele acercarse, que se siente a tu lado. Podemos dudar de muchas personas, pero nunca de Él. Y no dejes que tus pecados te detengan. Recuerda que muchos pecadores «se sentaron a comer con Él», y Jesús nunca se escandalizó. Los religiosos de la época se quejaban y lo llamaban «glotón y borracho, amigo de publicanos y pecadores». Cuando los fariseos criticaban su cercanía con quienes eran considerados de baja condición o pecadores, Jesús les respondía: «Quiero misericordia y no sacrificios».
Ese mismo Jesús hoy espera que le des la oportunidad de iluminar tu vida, de levantarte y llenarte con su fuerza. Antes de su muerte, les dijo a sus discípulos: «No los dejaré huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán». Siempre encuentra la forma de hacerse presente en tu vida para que puedas encontrarte con Él.
Es una hermosa y consoladora reflexión del Papa Francisco. Que nos motive a leer y meditar en el Evangelio durante este Mes de María, para que así los rasgos de Jesús también sean los nuestros.
Reciban mi bendición,
+Guillermo Vera Soto
Obispo de Rancagua
Con Información de www.elrancaguino.cl