El 7 de abril es una fecha significativa, dedicada a resaltar un bienestar esencial para todos: la salud.
La historia nos ha demostrado que la salud no debería depender de nuestro lugar de nacimiento, de nuestras condiciones económicas o de la disponibilidad de tecnología.
Sin embargo, la realidad es muy diferente.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, al menos la mitad de la población mundial carece de acceso a servicios de salud esenciales, y muchas familias se ven arrastradas a la pobreza debido a los altos costos de la atención médica.
En este contexto, la enfermería desempeña un rol vital.
No solo proporcionamos atención en hospitales y clínicas, sino que también actuamos como agentes de cambio en la educación, prevención y promoción de la salud en las comunidades.
La formación de nuevas generaciones de enfermeros implica mucho más que enseñar técnicas; se trata de inculcar la importancia de una atención centrada en la persona, el pensamiento crítico y la capacidad de enfrentarse a desafíos como pandemias, desastres naturales o crisis sanitarias.
La educación en esta área no puede limitarse al aula: debe llegar a la sociedad, promoviendo hábitos saludables desde la niñez y fomentando cambios en la atención médica basados en la evidencia.
El mundo ha experimentado cambios drásticos en las últimas décadas y, con ello, también los retos para la salud global.
Enfermedades crónicas, pandemias, el impacto del cambio climático y la desigualdad en el acceso a servicios médicos nos impulsan a replantear cómo abordamos estas problemáticas.
Uno de los temas que ha cobrado fuerza en los últimos años es la salud mental.
La ansiedad, la depresión y el estrés laboral han alcanzado niveles alarmantes, y la pandemia de Covid-19 solo sirvió para poner de manifiesto un problema preexistente.
Este no debería ser un tema tabú. Los sistemas de salud deben priorizar la salud mental, asegurando el acceso a tratamientos, eliminando estigmas y promoviendo el bienestar emocional desde la infancia.
El cambio inicia en cada uno de nosotros.
Como profesionales de la salud, educadores y ciudadanos, podemos marcar la diferencia: fomentando hábitos saludables en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades; participando en consultas públicas para definir estrategias que aseguren un acceso equitativo a la atención; educando a las nuevas generaciones sobre la importancia de la prevención y el autocuidado, y apoyando la salud mental como un aspecto fundamental del bienestar integral.
El Día Mundial de la Salud no es meramente una conmemoración, sino un recordatorio de que la salud es un derecho y una responsabilidad colectiva.
Está en nuestras manos la capacidad de transformar realidades y construir un futuro más saludable para todos.
Claudia Narváez.
Directora de la Carrera de Enfermería.
Universidad de Las Américas, Sede Viña del Mar.
Con Información de portalmetropolitano.cl