jueves 30 enero 2025
27.6 C
Santiago

Retrasos en los envíos y la saturación del mercado de la cereza destacan la urgencia de aumentar la investigación en postcosecha.

Un investigador del Laboratorio de Calidad de Frutos de INIA Quilamapu destaca la necesidad de conocer las condiciones óptimas de almacenamiento para las cerezas de exportación, con el fin de prevenir pérdidas debidas a almacenamientos prolongados y posibles inconvenientes logísticos durante el transporte.

El reciente incidente con el buque Maersk Saltoro, que transportaba 1,363 contenedores (equivalentes a cinco millones de cajas) de cerezas chilenas hacia China, ha puesto en relieve la fragilidad del sector frutal ante retrasos logísticos. El barco experimentó una falla en su motor principal el 13 de enero, quedando a la deriva en el océano Pacífico y postergando su llegada, programada para el 20 de enero, un día crítico para la distribución de la fruta en el mercado chino.

Este problema se agrava por la alta concentración del mercado chino, que absorbe más del 90% de las exportaciones chilenas de cerezas. Este exceso en la oferta ha ocasionado una baja significativa en los precios, lo que afecta la rentabilidad de los productores.

El incidente podría traducirse en pérdidas millonarias para los productores de cerezas en Chile, impactando la calidad de la fruta en un momento crucial, dado que debían llegar justo antes del Año Nuevo Chino, que se celebra entre el 29 de enero y el 12 de febrero. A pesar de que los contenedores disponen de suministro eléctrico para mantener la cadena de frío, el almacenamiento prolongado puede tener efectos perjudiciales en la fruta.

En este contexto, Cristián Balbontín, investigador en calidad de frutos de INIA Quilamapu, resaltó la relevancia de la investigación en postcosecha para mitigar estos riesgos. “Aspectos como la firmeza, el color y la deshidratación del pedicelo son cruciales para que el producto sea aceptado en mercados internacionales. Adicionalmente, se pueden manifestar desórdenes fisiológicos como el pitting (machas), la piel de lagarto y el pardeamiento interno durante un almacenamiento extendido, comprometiendo así la calidad de la fruta”, comentó.

Balbontín señaló que en el Laboratorio de Calidad de Frutos de INIA Quilamapu han estado investigando durante varios años el efecto del almacenamiento en diversas variedades de cerezas cultivadas en Ñuble. Los estudios han evaluado periodos de conservación de 10, 30 y 50 días, así como el tiempo en estanterías, que oscila entre 2 y 6 días. “En general, a mayor tiempo de almacenamiento, se incrementa la incidencia de desórdenes como el pardeamiento interno en las variedades Regina y Kordia, mientras que la pérdida de firmeza es más pronunciada en Santina y Lapins”, detalló.

El especialista también destacó que el trabajo en el laboratorio “nos brinda un mejor entendimiento sobre el tiempo óptimo para mantener la calidad de la fruta, dependiendo de cada variedad y del mercado de destino”.

Además, Balbontín subrayó que la calidad de las cerezas varía considerablemente según la región de producción y las condiciones climáticas de cada temporada, indicando que “factores como olas de calor, lluvias o retardos en la cosecha a causa de bajas temperaturas primaverales pueden influir en el potencial de vida postcosecha”.

Por último, Balbontín enfatizó la necesidad de fortalecer la investigación en postcosecha para asegurar la competitividad de la cereza chilena en los mercados internacionales. “Si nuestro objetivo es acceder a nuevos mercados y preservar la rentabilidad del sector, es fundamental la colaboración entre investigadores, productores y exportadores para optimizar las prácticas postcosecha y asegurar que la cereza chilena continúe siendo un estándar de calidad a nivel global”, concluyó.

Con Información de www.diarioelpulso.cl

Más leído esta semana

Temas

spot_img

Artículos relacionados

Categorías populares

spot_imgspot_img