En la búsqueda de la imagen perfecta, muchas personas están dispuestas a asumir riesgos que, en otras circunstancias, no considerarían. Nos preocupamos por la calidad de los alimentos que ingerimos y revisamos minuciosamente los ingredientes de los cosméticos, pero al momento de elegir procedimientos estéticos, a menudo confiamos en ofertas atractivas, centros sin certificación y profesionales no especializados.
El reciente informe del Sernac y del Ministerio de Salud nos advierte sobre una situación alarmante: el 40% de los centros estéticos en Chile operan sin la debida autorización sanitaria. Esta cifra es significativa, ya que detrás de cada número hay una persona que se expone a infecciones, secuelas irreversibles o incluso la muerte. Es una realidad preocupante que nos invita a reflexionar sobre la falta de regulación, la escasa fiscalización y, sobre todo, la falta de conciencia al respecto.
Para comprender mejor el problema, es útil considerar el «Triángulo de Seguridad», un concepto fundamental en la cirugía plástica que podría salvar vidas si todos lo aplicáramos de manera rigurosa. Este triángulo se compone de tres elementos esenciales: el paciente informado, el cirujano certificado y el recinto autorizado. Si alguno de estos elementos falla, el riesgo aumenta considerablemente.
El primer vértice es el paciente informado, y aquí es donde a menudo se comete el primer error. ¿Cuántas personas realmente indagan sobre la capacitación del profesional antes de someterse a un procedimiento? ¿Cuántas investigan los posibles efectos secundarios? El deseo de un cambio físico puede nublar el juicio y conducir a decisiones impulsivas. La única manera de evitar caer en manos inadecuadas es informarse adecuadamente.
El segundo vértice es el cirujano certificado. En Chile, por cada cirujano plástico acreditado, hay cinco que no lo son. Esto implica que la probabilidad de caer en manos inexpertas es alarmantemente alta. No se trata solo de poseer un título, sino de contar con la formación y la experiencia necesarias para manejar cualquier eventualidad. Una mala cirugía no se corrige con un simple retoque; en muchos casos, conlleva daños irreversibles.
El tercer vértice es el recinto autorizado. Cualquier procedimiento estético, por más mínimo que parezca, conlleva riesgos. No es lo mismo realizarse una operación en una clínica equipada para afrontar emergencias que en un lugar que no cuenta con las condiciones adecuadas. Sin embargo, la falta de regulación ha permitido que centros no autorizados ofrezcan procedimientos como si se tratara de simples servicios cosméticos.
Este problema no es nuevo, pero la inacción ha llevado a normalizarlo. Las autoridades deben intensificar la fiscalización y endurecer las sanciones para quienes ponen en peligro la vida de los pacientes. Sin embargo, también existe una responsabilidad individual: no basta con culpar a aquellos que ofrecen tratamientos sin preparación; es esencial que cada persona exija garantías antes de someterse a un procedimiento.
La búsqueda de la belleza no debería ser un juego arriesgado. Elegir con conocimiento no es un lujo, sino una necesidad. Aplicar el Triángulo de Seguridad no es solo una recomendación, es la única forma de asegurarse de que un procedimiento estético mejore la vida en lugar de perjudicarla.
Andrea Hasbún
Médico Cirujano
Con Información de www.elrancaguino.cl