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Política en la época de los clics.

Las plataformas como X (anteriormente Twitter), Facebook y TikTok han facilitado que miles de personas, que antes no tenían voz en el ámbito político, puedan expresar sus opiniones, cuestionar a las autoridades y visibilizar injusticias, así como generar movimientos ciudadanos de gran impacto. Sin embargo, también han alterado la esencia del debate político, priorizando la viralización de comentarios provocadores en lugar de fomentar el desarrollo de ideas complejas. La lógica de los algoritmos premia el conflicto por encima de la argumentación, lo que ha llevado a muchos políticos a optar por la provocación en vez de buscar el diálogo.

Por lo tanto, no es sorprendente que las discusiones políticas en redes sociales se asemejen cada vez más a peleas entre celebridades. Los insultos, la ironía y las proclamaciones exageradas son comunes entre los líderes de todos los sectores, quienes buscan obtener la mayor atención con el mínimo esfuerzo. En este escenario, los ciudadanos no solo son espectadores, sino que también se involucran, intensificando los conflictos y tomando partido en debates que a menudo se reducen a eslóganes vacíos.

Este modelo de política digital no solo empobrece la calidad del debate, sino que también alimenta la desinformación. Cuando las ideas se expresan en 280 caracteres o en videos de 30 segundos, la complejidad de los problemas se desvanece y los matices se pierden. Así, la opinión pública se forma mayormente a partir de frases impactantes y no de argumentos sólidos.

A pesar de estas limitaciones, es innegable que las redes sociales han fomentado una mayor participación ciudadana en el debate público. Nunca antes la población tuvo un acceso tan directo a sus representantes, ni la posibilidad de presentar sus demandas o de organizar movimientos con un impacto tangible.

Sin embargo, esta participación también conlleva un riesgo: la falsa creencia de que interactuar en redes sociales equivale a hacer política. Comentar, compartir o debatir en línea es un acto de expresión, pero no necesariamente implica transformación. Si limitamos la política al ámbito digital, corremos el peligro de pensar que los problemas se resuelven con un hashtag o un trending topic, cuando en realidad, los cambios requieren organización, trabajo en el terreno y acciones concretas.

Las redes sociales han transformado permanentemente el paisaje político, pero el desafío radica en aprender a utilizarlas sin sucumbir a sus lógicas más perjudiciales. Los políticos deben entender que el objetivo no es solo acumular seguidores o generar impacto efímero, sino establecer diálogos auténticos y buscar soluciones reales. Por su parte, los ciudadanos deben tener claro que la política no se limita al entorno digital y que el debate en redes debe ser solo un complemento, no el eje central de la vida política. La profundidad, la reflexión y el compromiso siguen siendo imprescindibles.

Luis Fernando González Vallejos.

Subdirector

Con Información de www.elrancaguino.cl

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