A pocos días de las elecciones en la región de Los Lagos, la contienda por la Gobernación Regional ha tomado un rumbo que podría definir una eventual segunda vuelta entre dos figuras que representan estilos y trayectorias muy distintos: Patricia Rada Salazar y Alejandro Santana.
Patricia Rada, candidata del pacto «Por Chile y sus regiones», ha construido su campaña enfocada en propuestas que priorizan la inclusión social, la transparencia en la gestión pública y la sostenibilidad. Su experiencia como consejera regional y su labor en el ámbito de la justicia han sido clave para posicionarla como una opción fresca y renovadora, que apuesta por cambios necesarios en una región que enfrenta problemáticas diversas, desde la conectividad hasta la protección del medioambiente.
En contraste, Alejandro Santana, candidato de Chile Vamos y exdiputado, ha mantenido una línea conservadora en su discurso, centrado en la continuidad de políticas y en un enfoque tradicional. Su trayectoria de más de una década en el Congreso ha sido uno de sus principales avales, pero también ha despertado críticas entre quienes ven en él una figura de la “vieja escuela” política, más asociada a liderazgos históricos que a una renovación de la gestión regional.
El contraste entre ambos candidatos ha sido notorio en los debates y encuentros con la ciudadanía. Mientras Rada ha puesto énfasis en políticas de descentralización y en la atención a las demandas sociales, Santana ha optado por destacar su experiencia y por subrayar valores tradicionales en temas sensibles. Sin embargo, esta apuesta ha despertado dudas sobre su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos y a un contexto político en constante cambio.
A medida que la fecha de las elecciones se aproxima, se perfila la posibilidad de una segunda vuelta entre un rostro nuevo en la política regional, como Patricia Rada, y un político con un extenso historial parlamentario como Alejandro Santana. Este escenario marcaría una elección clave para definir el rumbo de Los Lagos, poniendo en juego la demanda por un liderazgo que pueda conectar con las necesidades actuales de la región.
En este contexto, la ciudadanía se enfrenta a la posibilidad de decidir entre un liderazgo que busca traer nuevas ideas y propuestas integradoras, y otro que representa los principios tradicionales de la política. La eventual segunda vuelta reflejaría así una disyuntiva entre apostar por una renovación en la gobernanza regional o mantener un enfoque más clásico y conocido.