Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.
Presidente de la Fundación Semilla.
Los recientes laureados con el Premio Nobel de Economía, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, fueron reconocidos por su labor investigativa, tanto empírica como teórica, que estudia las disparidades en el desarrollo entre los países. La Real Academia de las Ciencias de Suecia destacó que estos economistas proponen nuevas estrategias para entender la desigualdad entre naciones.
Es sorprendente que los medios de comunicación alineados con el modelo imperante y los centros de poder político y empresarial centren su atención en la supuesta “solidez de las instituciones”, afirmando que la institucionalidad en Chile se encuentra en crisis. Mencionan como ejemplos de esta declinación la regulación (permisología), el sistema judicial y la seguridad, alegando que las instituciones no estarían “dando el ancho”.
Los tres economistas tienen un vínculo académico y personal prolongado con Chile, habiendo visitado el país en múltiples ocasiones. Lo conocen bien y enfatizan que, más allá de los casos de corrupción y tráfico de influencias, Chile cuenta con instituciones sólidas.
James Robinson, en una entrevista con Mónica Rincón en CNN Chile el pasado septiembre, comentó que en Chile “predomina el imperio de la ley con favoritismos, similar a Qatar, donde se aplica la ley a menos que formes parte de la familia gobernante”, y agregó que “en Chile existe una élite oligárquica y que la falta de inclusión es parte del problema”.
He condenado la violencia de forma reiterada y lo seguiré haciendo. Es lamentable que esa élite oligárquica comprometió cambios tras el estallido social por temor a la pérdida de su integridad física y a perderlo todo, y cuando la situación se calmó, olvidaron sus afirmaciones, acuñando el término “octubrismo” como si fuera una enfermedad contagiosa que hay que erradicar.
Volviendo a los premios Nobel, se premian las “instituciones inclusivas”, tanto públicas como privadas, que fomentan un entorno donde las personas cuentan con incentivos para trabajar, innovar e invertir, a diferencia de las “instituciones extractivistas” que crean condiciones que benefician a una pequeña élite a expensas del bienestar y el crecimiento económico general sostenido.
Octubre de 2019 fue un llamado por la inclusión y la igualdad de oportunidades, que perdió fuerza por la violencia de unos pocos y la represión desmedida de algunos agentes del Estado.
La inclusión debe abarcar áreas como salud, educación, pensiones y vivienda, pero, sobre todo, una inclusión social que acabe con el modelo del “imperio de la ley con favoritismos”, es decir, que garantice igualdad de oportunidades.
La solución no debe limitarse solo a la redistribución de ingresos; es fundamental que también haya una redistribución de oportunidades a través de instituciones inclusivas. Para ello, se necesita no solo la voluntad de las mayorías, sino también la disposición de las élites oligárquicas que detentan un poder clave para impulsar los cambios que Chile requiere en esta ruta.
El Nobel de Economía se otorgó cinco años después de las masivas manifestaciones de octubre de 2019, lo que constituye una luz esperanzadora para guiarnos en el proceso de transición que estamos experimentando y que debe establecer bases para un desarrollo inclusivo.
Con Información de eldiariodemaule.cl