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Metas hacia 2050

Autor: Gabriel Caldés, Consejero, Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI).

En este año, múltiples informes elaborados por científicos y académicos han puesto en tela de juicio la capacidad de cumplir con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París (2015), orientados a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el incremento de la temperatura global a 2°C. Esto se debe al lento progreso que se ha observado a nivel mundial en este ámbito.

El mensaje central se dirige a la gestión y gobernanza del agua, haciendo hincapié en la responsabilidad de políticos, gobiernos, empresas y comunidades que no han implementado, con la urgencia necesaria, los cambios cruciales para evitar la “catástrofe” inminente a la que nos enfrentamos.

El informe titulado “La Economía del Agua: Valorando el Ciclo Hidrológico como un Bien Común Global”, elaborado por la Comisión Global sobre la Economía del Agua, advierte sobre los riesgos que conlleva la crisis hídrica para el planeta. Se señala que para el año 2050, se corre el riesgo de que el 50% de la producción alimentaria mundial se vea afectada, lo que podría ocasionar pérdidas promedio de entre el 8% y el 15% del PIB global, siendo más pronunciadas en los países de ingresos bajos. Esta situación se ha vuelto más apremiante a pesar de las advertencias emitidas por la ciencia y organismos internacionales a lo largo de las últimas décadas.

En octubre pasado, un grupo de científicos de diferentes universidades presentó el informe “El estado del clima de 2024: tiempos peligrosos para el planeta Tierra”, el cual alertó sobre la inminente posibilidad de un “desastre climático”.

Este informe indica que de los 35 indicadores vitales del planeta que se monitorizan anualmente, 25 alcanzan niveles récord. Entre 2022 y 2023, las emisiones de dióxido de carbono incrementaron en un 2,1%, superando por primera vez las 40 gigatoneladas; el consumo de combustibles fósiles creció en un 1,5%; y la pérdida global de cobertura forestal se incrementó de 22,8 a 28,3 millones de hectáreas. Asimismo, la acidez de los océanos, su temperatura, el nivel del mar y las temperaturas en general se encuentran en niveles extremadamente elevados, haciendo de 2024 un año proyectado para ser uno de los más calurosos jamás registrados.

Ambos reportes coinciden en que no estamos avanzando en la dirección correcta para eludir una “catástrofe climática”, en parte debido a la resistencia de sectores que se benefician del sistema actual basado en combustibles fósiles, así como por la falta de políticas globales e incentivos que fomenten la urgencia de implementar acciones concretas.

Aunque Chile ha hecho progresos significativos en la reducción de emisiones de CO2 mediante la adopción de energías renovables no convencionales y la promoción de la electromovilidad, se clasifica entre los 30 países que enfrentarán mayores impactos por la escasez de agua.

En este contexto, es fundamental que se realice una planificación e infraestructura a largo plazo para gestionar de manera eficiente el acceso a recursos hídricos, mediante una gobernanza descentralizada que pase de un enfoque reactivo a uno preventivo. Sin embargo, estos temas aún no ocupan un lugar prioritario en la agenda política, lo que nos deja, de algún modo, paralizados.

Con Información de www.elrancaguino.cl

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