Este año, se registró un número notable de puntajes máximos en la PAES, con más de 50 estudiantes logrando alcanzar los codiciados mil puntos en al menos una de las pruebas, siendo Matemáticas la materia con el mayor número de éxitos. Esta tendencia no es nueva; desde la época de la PAA y la PSU, Matemáticas ha dominado en puntajes perfectos, mientras que materias como Historia y Lenguaje suelen quedar en desventaja. Pero, ¿qué puede justificar esta disparidad?
La respuesta a esta interrogante requiere estudios académicos más profundos. Sin embargo, se pueden formular algunas hipótesis. Una de ellas está relacionada con la forma en que se aborda el humanismo en las escuelas. Las ciencias sociales y las letras a menudo son vistas como disciplinas menos relevantes en comparación con las ciencias exactas. Además, hay una diferencia inherente en la evaluación de estas áreas: en Matemáticas, las respuestas son claras y verificables, mientras que en Lenguaje y otras materias humanísticas, el análisis depende del contexto y de la argumentación. Las pruebas estandarizadas, al no captar estas sutilezas, podrían explicar en parte la menor frecuencia de puntajes perfectos en estas disciplinas.
Más allá de lo particular de la PAES, es evidente que el sistema educativo público enfrenta un reto considerable. La brecha entre los colegios particulares y aquellos con financiamiento público continúa ampliándose. Pero lo más preocupante es la situación del área de las letras. La escasa comprensión lectora y la falta de educación cívica son solo algunos indicios de un sistema que requiere ser fortalecido con urgencia.
En este contexto, surgen interrogantes sobre la relación entre los resultados de la PAES y la calidad de las instituciones educativas. Por ejemplo, el Instituto O’Higgins reportó una gran cantidad de puntajes perfectos, pero su generación, en promedio, obtuvo puntajes más bajos que varios otros colegios de la región. ¿Esto implica que el Instituto O’Higgins sea un mejor o peor colegio? La respuesta sencilla a estas variables es incierta. Sin embargo, la realidad es más compleja. Aunque preparar a los estudiantes para la universidad es un objetivo fundamental de la educación científico-humanista, también debe contemplar aspectos igualmente significativos, como el desarrollo personal, la promoción de valores y la preparación para enfrentar los desafíos de la vida adulta.
La calidad de una institución educativa debería evaluarse mediante un enfoque integral que considere múltiples dimensiones. Además de los resultados académicos, es esencial analizar elementos como el bienestar emocional de los estudiantes, la calidad de la infraestructura, la variedad y relevancia de las actividades extracurriculares, la incorporación de valores éticos y cívicos, y la capacidad del colegio para fomentar el pensamiento crítico y la creatividad. Una institución de calidad no se limita a preparar para pruebas estandarizadas, sino que también cultiva ciudadanos responsables y comprometidos, capaces de contribuir a la sociedad de manera significativa.
En última instancia, los resultados de una prueba no definen el éxito ni de un colegio ni de un estudiante. Para aquellos que no alcanzaron los resultados deseados en esta instancia, es crucial recordar que la vida está llena de nuevas oportunidades. La PAES no es un final, sino simplemente un momento en el trayecto. Al fin y al cabo, la verdadera misión de la educación, tanto en colegios como en universidades, es dotarnos de herramientas para construir una vida plena, buscando la realización personal y, en definitiva, la felicidad.
Luis Fernando González
Subdirector.
Con Información de www.elrancaguino.cl