“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Mateo 7: 13-14
Desde el inicio de su ministerio, Jesús eligió el camino estrecho que conduce a la vida, y todos aquellos que lo siguieron tomaron la misma senda.
Los evangelios nos muestran que este nuevo camino contrasta fuertemente con el camino farisaico, el cual es el camino ancho que lleva a la perdición, no solo para ellos, sino para todos sus seguidores.
Este nuevo sendero, que Jesús recorre, desafía y provoca reacciones en los defensores de la moral tradicional. Es cuestión de tiempo, un breve tiempo, antes de que los fariseos presentes en los evangelios decidan acabar con la vida de quien cuestiona la teología y la moral tradicionales de aquellos que, en el contexto del pueblo de Dios, defienden el “siempre se ha hecho así” o “así nos han enseñado los ancianos”.
En su camino, Jesús se topó con Mateo, quien estaba sentado en la mesa de los recaudadores de impuestos, y con una simple invitación le dijo: “sígueme”. Esta acción fue un desafío a la moral farisaica de la época. Llamar a alguien con mala reputación para ser discípulo era extremadamente escandaloso. En un mundo ideal, Jesús debió haber elegido a personas de buena reputación y sin mancha, si deseaba evitar conflictos con los defensores de la ley y la moral tradicionales. Si eso hubiera sido el caso, su camino habría sido amplio y cómodo. Pero Jesús optó por la estrechez de un camino que revela el nuevo orden de Dios.
Jesús no solo invitó a Mateo a ser su discípulo, sino que también entró a su casa, la cual pronto se llenó de “publicanos y pecadores”.
El Maestro compartió la mesa con ellos, un signo de comunión y aceptación, con aquellos que tenían una moral bastante cuestionable para quienes se consideraban santos y cumplidores de la Ley. La reacción de “los justos” no tardó en llegar: «Cuando vieron esto, los fariseos dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?» (Mateo 9:11). Sin duda, el camino elegido por Jesús era estrecho, muy estrecho para la limitada visión de quienes defendían la pureza de Israel. El camino del Mesías es angosto porque provoca un continuo conflicto con aquellos que dividen al pueblo de Dios entre pecadores-herejes y santos-ortodoxos. Recordemos que este conflicto llevaría al Nazareno a la condena, la muerte y la crucifixión.
La respuesta de Jesús fue inmediata: «Al oír esto, Jesús les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento» (Mateo 9:12-13).
De esta manera se establece el contraste entre el camino estrecho y el espacioso. El camino estrecho es recorrido por “enfermos y pecadores”, mientras que el camino ancho es transitado por “sanos y justos” que no sienten necesidad de médico. El camino estrecho abre la posibilidad de conversión al reino de Dios, mientras que el camino amplio simplemente respeta el statu quo de la teología y la moral tradicionales.
El camino estrecho, al estilo de Jesús, es para pocos y nos conduce a la vida. En cambio, el camino ancho lleva a muchos hacia el engañoso bienestar del “fariseísmo” y a la perdición. ¿Por dónde va usted?
Pastor: Alejandro H. Cabrera C.
Con Información de www.elrancaguino.cl