Mauricio Córdova Bozo
Académico de Trabajo Social, Universidad Central
La vida universitaria es una etapa emocionante y transformadora, pero también puede convertirse en una fuente considerable de estrés y ansiedad. Según la publicación «Educación Superior: un desafío post pandemia» de la Dra. Verónica López, los estudios sobre la salud mental de los estudiantes universitarios en Chile revelan una alta incidencia de ansiedad, depresión y estrés.
La presión académica, la adaptación a un nuevo entorno y la búsqueda de identidad personal son solo algunos de los retos que los estudiantes deben enfrentar. Por esta razón, la salud mental en las comunidades universitarias debe ser una prioridad, no solo para el bienestar individual, sino también para el desarrollo de una comunidad más unida y solidaria.
En primer lugar, la salud mental tiene un impacto directo en el rendimiento académico. Los estudiantes que sufren de ansiedad o depresión suelen tener dificultades para concentrarse y cumplir con sus tareas. Un entorno que promueva la salud mental puede llevar a una mayor motivación y, por ende, a mejores resultados académicos. Las universidades que establecen programas de apoyo psicológico y talleres de manejo del estrés no solo ayudan a sus estudiantes a enfrentar los desafíos emocionales, sino que también fomentan una cultura de éxito.
Asimismo, la salud mental está profundamente ligada a la convivencia y las relaciones interpersonales. Los estudiantes que se sienten respaldados y comprendidos tienden a formar vínculos más sólidos, lo que contribuye a un ambiente más cohesionado y positivo. Al crear espacios seguros para abordar cuestiones de salud mental, las universidades pueden reducir el estigma asociado a estos problemas, animando a más estudiantes a buscar ayuda cuando la necesiten.
No podemos pasar por alto el efecto que la salud mental tiene en la vida después de la universidad. Las habilidades que se adquieren al gestionar el estrés y cuidar del bienestar emocional son cruciales para enfrentar los desafíos del ámbito laboral. Invertir en la salud mental de los estudiantes representa, por tanto, una inversión en su futuro.
Para abordar esta problemática, es esencial que las universidades cuenten con los recursos adecuados, como servicios de consejería psicológica accesibles, talleres de autocuidado y programas de sensibilización. Además, se debe fomentar la participación activa de los estudiantes en la creación de una cultura de apoyo mutuo, donde hablar sobre salud mental no solo sea aceptable, sino que se promueva de manera activa.
Priorizar la salud mental en las comunidades universitarias es fundamental para el desarrollo integral de los estudiantes. Al crear un entorno que valore el bienestar emocional, las universidades no solo progresan en el éxito académico, sino que también construyen comunidades más resilientes y empáticas. Es alentador ver que varias instituciones de educación superior, como la Universidad Central de Chile, la Universidad Católica de Chile y la Universidad Alberto Hurtado, entre otras, están tomando medidas para abordar esta situación, implementando programas de apoyo y promoción de la salud mental. Cuidar de nuestra salud mental es una responsabilidad compartida que aporta beneficios a todos.
Con Información de osornoenlared.cl