Lo que sucedió el viernes en las inmediaciones del Estadio Monumental, una fecha que debía ser de convivencia, deporte y festejo, se vio manchado por actos de violencia que, tristemente, ya no nos sorprenden.
El desorden, los enfrentamientos, la destrucción y el temor vividos por cientos de personas son un inquietante reflejo de una problemática que nos persigue desde hace tiempo:
Nos hemos habituado a la violencia
Y quizás esto sea lo más preocupante.
A diario observamos cómo la agresión se ha convertido en una forma de expresión, protesta o hasta de identidad, sin reflexionar sobre cómo llegamos a este punto ni qué podemos hacer para cambiarlo.
A lo largo de nuestra labor con más de 700 jóvenes en edad escolar, hemos detectado que esta violencia muchas veces tiene sus raíces en el entorno más cercano:
La familia
Numerosos adolescentes nos han narrado cómo las dinámicas violentas que experimentan en sus hogares se replican en la escuela, en sus relaciones y, como observamos recientemente, incluso en espacios públicos como un estadio.
Desde pequeños, aprenden que la agresión es una forma válida de hacerse notar, de defenderse y de imponerse.
La pandemia exacerbó esta situación
El confinamiento, la tensión económica y la incertidumbre impactaron profundamente en las familias, generando tensiones que con frecuencia se manifestaron en violencia.
Las secuelas todavía perduran y se reflejan en comportamientos cotidianos, en la manera en que nos relacionamos y enfrentamos los conflictos.
Pero también existen otros factores que alimentan esta realidad
El narcotráfico y la delincuencia organizada ofrecen a muchos jóvenes un modelo distorsionado de pertenencia y poder.
Las redes sociales, a su vez, han convertido la violencia en contenido viral y espectáculo, reforzando la idea de que la agresión proporciona visibilidad, estatus o control.
Entonces, ¿cómo podemos romper este ciclo?
No es suficiente con lamentar lo ocurrido ayer.
Es crucial reflexionar internamente:
Es necesario reforzar el papel de las familias, fomentar una educación que enseñe a convivir y resolver conflictos de manera pacífica, y asumir la responsabilidad social respecto al uso de las redes y los mensajes que ahí se difunden.
La violencia presenciada en el Estadio Monumental no es un caso aislado.
Es parte de una cultura que hemos permitido que crezca, a veces por temor y otras por indiferencia.
Sin embargo, si realmente deseamos un cambio, debemos dejar de aceptar esta situación como algo normal.
La transformación empieza cuando decidimos no aceptar más este tipo de incidentes como parte de nuestra realidad.
Magdalena Barriga.
Con Información de portalmetropolitano.cl