Las elecciones recientes de autoridades regionales y municipales, que se celebraron el 26 y 27 de octubre, nos brindan valiosas lecciones. A continuación, comparto mi experiencia personal.
Como ciudadano, fui designado vocal de mesa el 12 de octubre, en la segunda convocatoria realizada por el SERVEL. Aunque tenía la opción de justificar mi ausencia ante el Juzgado de Policía Local, decidí hacer los ajustes necesarios con mi universidad y asistir a cumplir con esta responsabilidad, a pesar de que el sábado 26 de octubre tenía clases en un programa de Magíster en Derecho. Consideré que era injusto dejar incompleta la mesa electoral, lo cual podría sobrecargar a otros vocales. Sin embargo, el proceso electoral estuvo marcado por numerosos contratiempos.
El viernes 25 de octubre, los vocales de mesa fuimos convocados a las 15:00 horas en el local de votación para constituir las mesas receptoras de sufragios y recibir una «capacitación» por parte del SERVEL. Irónicamente, la “capacitación” fue escasa; un simple tríptico ofrecía más información que lo que se nos proporcionó aquel día. Esta situación es preocupante, especialmente considerando que muchas personas éramos novatas en esta función y carecíamos del conocimiento necesario.
Al comenzar el proceso electoral el 26 de octubre, los problemas se hicieron evidentes. El personal del SERVEL mostraba falta de información y escaso compromiso para resolver las inquietudes que surgían. Esto llevó a discusiones entre los vocales de mesa y el personal de SERVEL, en las que yo, como presidente de mesa, también estuve involucrado.
Por otra parte, en algunos casos, el personal de SERVEL demostraba poca empatía hacia los vocales de mesa, ignorando que, aunque estamos cumpliendo con una tarea pública, no somos meros subordinados. Afortunadamente, la mayoría de los electores fue agradecida y cortés con nosotros.
Durante todo el proceso, la burocracia del estado estuvo presente, con una gran cantidad de formularios que llenar, muchas copias de los mismos documentos y numerosos trámites por realizar.
Además, se evidenciaron condiciones precarias para que los vocales de mesa desempeñáramos nuestra tarea adecuadamente. En algunos casos, el conteo de votos se realizaba en el suelo o en espacios muy reducidos, lo que revelaba una falta de planificación.
Si el SERVEL conocía la complejidad del proceso de escrutinio y la “clase política” debiera haberlo sabido -lo que se pone de manifiesto con la reciente aprobación de una ley que extendió la votación a dos días-, debió incluir en esa legislación un feriado o permiso especial para que los vocales pudieran justificar su inasistencia laboral el lunes 28 de octubre. Aunque en mi mesa terminamos relativamente temprano -a la 1:30 am-, hubo mesas que continuaron el conteo hasta las 3:00 o incluso 4:00 am, después de casi 18 horas de trabajo continuo, regresando a casa para «descansar» antes de volver a sus obligaciones laborales. La situación es realmente inhumana.
Finalmente, considero esencial que la clase política, representada por partidos de todos los colores, deje de lucrar con los procesos electorales. La interminable cantidad de candidatos que buscan obtener más recursos públicos para sus actividades políticas es inaceptable. Esto debe ser limitado para evitar que los procesos electorales sean excesivamente largos y para poner fin al despilfarro de recursos públicos. No podemos olvidar que el financiamiento estatal de los partidos políticos fue la “solución” que dicha clase política aprobó, en respuesta al escándalo de financiamiento ilegal que les afectó.
En conclusión, lamentablemente, lo que debería ser una experiencia gratificante y un llamado al compromiso cívico se convierte en una situación frustrante y desagradable, generando un rechazo hacia lo que representa el proceso democrático.
Alejandro Cárcamo Righetti
Licenciado en Ciencias Jurídicas, Abogado, Magíster en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, Doctor © en Derecho.
Con Información de www.diarioelcentro.cl