Paula Barrios Goio: Defensora del empoderamiento femenino, Metropolitan Chair Financial Empowerment G100, socia en Bcorp Spa, experta en educación financiera para emprendedores y fundadora del podcast «Liderarte: el arte de elegir tu vida». Co-fundadora de la Corporación Impulsa Vichuquén y mentora en ChileConverge.
Recientemente, una mentora de mi red me planteó algunas preguntas que realmente me hicieron reflexionar: ¿Te has cuestionado alguna vez por qué sentimos culpa, o cuál es su propósito?
Comencé por definirla: la culpa es una emoción que aparece cuando creemos haber hecho algo mal o al no cumplir con expectativas. Para las mujeres, las exigencias suelen ser mayores, múltiples y frecuentemente simultáneas: ser madres ejemplares, profesionales sobresalientes, gestionar el hogar y, al mismo tiempo, mantener una vida social activa. Es natural que, al no poder cumplir con todo al 100%, la culpa se manifieste.
Vivir con culpa no solo impacta nuestro bienestar emocional, sino que también puede deteriorar nuestra salud física. Puede generar estrés, ansiedad y, en casos graves, conducir a la depresión. Además, la carga de culpa constante puede mermar nuestra autoestima, haciéndonos sentir insuficientes y afectando nuestras relaciones con los demás.
Entonces, ¿cómo podemos enfrentar la culpa sin abrumarnos? Aquí comparto algunos consejos que he recopilado:
Reconocer y aceptar nuestras emociones: Es crucial identificar cuándo y por qué nos sentimos culpables. Aceptar que es una emoción humana y que todas la experimentamos es el primer paso para manejarla adecuadamente.
Practicar la autocompasión: Seamos gentiles con nosotras mismas. Recordemos que somos humanas y que es normal cometer errores. Trátate con la misma amabilidad y comprensión que ofrecerías a una amiga en una situación similar.
Establecer expectativas realistas: No podemos pretender hacerlo todo, así que es fundamental priorizar nuestras responsabilidades y aceptar que está bien delegar o pedir ayuda cuando sea necesario.
Aprender de nuestros errores: En lugar de castigarnos por lo que salió mal (nosotros mismas somos nuestras peores juezas), busquemos lecciones que podamos aplicar en el futuro. Cada experiencia es una oportunidad de crecimiento personal.
Comunicar nuestros sentimientos: Es recomendable hablar con personas de confianza sobre cómo nos sentimos. Compartir nuestras emociones puede aligerar la carga y ofrecer perspectivas frescas.
Y la más importante: DEDICA TIEMPO PARA TI. Es esencial reservar momentos para hacer las actividades que más disfrutamos y que nos ayuden a relajarnos. Cuidar de nosotras mismas nos permitirá estar en mejor disposición para cuidar de los demás.
Como muchas de ustedes, he sentido la culpa como una sombra constante. Culpa por no ser la madre perfecta, por no llegar a tiempo a una reunión, por no tener siempre la respuesta adecuada, o por querer descansar cuando la lista de tareas sigue creciendo. También me ha invadido la culpa por desear cosas para mí misma, como si eso fuese un acto egoísta en lugar de una necesidad válida.
La culpa es como un eco que nos recuerda lo que «debimos haber hecho». Pero, ¿quién define estos «deberías»? A menudo, somos nosotras quienes nos imponemos estándares imposibles, tratando de serlo todo para todos, en todo momento. Cuando no alcanzamos estas metas inalcanzables, la culpa aparece para recordarnos que «no fue suficiente». ¿No es agotador?
En este proceso he descubierto que liberar la culpa no es un acto de egoísmo ni irresponsabilidad. Es un acto de amor propio. Es reconocer que no somos perfectas, que no se espera que lo seamos, y que está bien errar, fallar o incluso desear descansar.
He aprendido que soltar la culpa no está mal. Al hacerlo, creamos espacio para respirar, disfrutar y vivir. Soltar no significa olvidar nuestras responsabilidades, sino darnos la libertad de ser humanas. Significa recordar que no estamos solas en este viaje y que está bien pedir ayuda, descansar o comenzar de nuevo.
Así que, querida lectora, te invito a que la próxima vez que la culpa llegue a ti, te tomes un momento para pausar. Respira. Pregúntate si esa culpa realmente es tuya o si es una expectativa impuesta por otros. Y si decides que puedes dejarla ir, hazlo sin temor. Porque al liberarte de la culpa, te das el mejor regalo de todos: la paz interior.
El post La Culpa, una compañera innecesaria en la vida. apareció primero en Diario El Centro.
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