Los trastornos del neurodesarrollo a menudo interaccionan entre sí y presentan síntomas similares. Según el doctor Pedro Lucero, jefe del Servicio de Psiquiatría de Adultos en el Hospital Clínico San Borja Arriarán, esta similitud complica su identificación y, por ello, también su diagnóstico y tratamiento.
Uno de estos trastornos es el trastorno del espectro autista (TEA), que no solo se considera una forma particular de funcionamiento neurológico –caracterizada por alteraciones en la comunicación, dificultades en la interacción social y conductas repetitivas o restrictivas–, sino también como “alteraciones en la sensibilidad, es decir, diferentes formas de funcionamiento de los sentidos y la manera de comunicarse”, aclara el especialista.
Para que se considere un trastorno, es esencial comprenderlo como una dificultad del paciente para adaptarse al entorno. “Entendemos que para que exista una dificultad de adaptación es necesario que haya un problema en la persona, pero también un ambiente que no sea adecuado o inclusivo. Por ello, es crucial reconocer que la interacción entre la persona y su entorno es lo que evidencia la existencia de un trastorno, y al identificar todo esto, decimos que se presenta un trastorno en el espectro autista”, puntualiza.
El especialista hace hincapié en que, aunque los trastornos del neurodesarrollo pueden manifestarse de diferentes maneras, a menudo se presentan de forma simultánea. Por ejemplo, el trastorno del espectro autista y el déficit atencional pueden aparecer juntos en un 80% de los casos, tanto en adultos como en niños.
Es habitual observar pacientes diagnosticados con TEA que presentan, además, déficit atencional, o viceversa. Asimismo, hay quienes, al ser evaluados de manera más exhaustiva, también son diagnosticados con trastornos como dislexia (dificultad para leer y escribir), discalculia (dificultad en la comprensión y uso de las matemáticas) o dislalia (trastorno del habla relacionado con el aparato fonador).
“Estas dificultades tienden a agruparse. Es poco común que una persona tenga solo un diagnóstico, y esto es fundamental al momento de abordar el tratamiento, ya que debemos proporcionar herramientas tanto al individuo como a su entorno para facilitar su adaptación. Muchas veces, se aborda solo uno de los diagnósticos y no se implementan intervenciones específicas para el otro; tratar el déficit atencional en una persona con TEA puede tener un impacto significativo en su funcionamiento y calidad de vida”, subraya el especialista.
En este contexto, el psiquiatra del Hospital San Borja Arriarán afirma que los diagnósticos son evolutivos. Es difícil determinar en una sola sesión cómo es una persona a lo largo de su vida y en los diferentes entornos en los que se desenvuelve. “Por eso se requieren varias sesiones y un enfoque más integral para ofrecer diagnósticos precisos. Sin embargo, en ningún caso un diagnóstico es más importante que otro. Por ello, es esencial brindar apoyo para ambas condiciones si están presentes conjuntamente”, añade.
Finalmente, el especialista enfatiza que el tratamiento de los pacientes debe ser multidisciplinario. Esto implica iniciar con el diagnóstico médico realizado por un neurólogo o psiquiatra, ya sea infantil, juvenil o adulto, dependiendo de la etapa del paciente, y luego avanzar con evaluaciones en áreas como psicología, terapia ocupacional y fonoaudiología. Las dificultades no solo se manifiestan a nivel médico y farmacológico, sino también en la interacción social, la dinámica familiar y el lenguaje”, concluye el psiquiatra.
Con Información de osornoenlared.cl