Javiera Yáñez Ormeño
Directora de Nutrición y Dietética, U. Central
El Día Internacional de la Felicidad nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los elementos que favorecen nuestro bienestar integral. A menudo, relacionamos la felicidad con aspectos externos como el éxito o nuestras relaciones, pero uno de los componentes más subestimados es la alimentación.
En nuestra sociedad actual, donde el estrés y la prisa predominan, la alimentación se transforma muchas veces en una actividad automática o rutinaria. Sin embargo, cada vez más personas se están uniendo a la práctica de la “alimentación consciente”, que revela una conexión fundamental entre nutrición y bienestar emocional. Este enfoque integral va más allá de satisfacer solo las necesidades físicas; busca fomentar una relación positiva y equilibrada con los alimentos, lo cual influye en nuestra salud física y emocional.
Investigaciones recientes muestran que mantener una dieta equilibrada, rica en nutrientes esenciales como vitaminas, minerales y ácidos grasos omega-3, puede impactar favorablemente en la química del cerebro y en la regulación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina. Estos neurotransmisores son cruciales para un estado de ánimo estable y para minimizar el estrés y la ansiedad. Por ejemplo, los alimentos ricos en triptófano, como nueces y semillas, son beneficiosos para la producción de serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”.
La literatura resalta que hay factores instintivos, automáticos y emocionales que influyen en nuestra forma de comer. Muchas veces, nuestras decisiones sobre “el acto de comer” no responden a una necesidad de energía, sino que están vinculadas a emociones, lo que puede llevar a un desbalance entre las verdaderas necesidades de nuestro cuerpo y el exceso de calorías consumidas diariamente.
La alimentación consciente implica escuchar a nuestro cuerpo, es decir, distinguir si el hambre es física o emocional; eliminar distracciones para enfocarse en los sabores, texturas y aromas de los alimentos; y practicar la gratitud, reconociendo el esfuerzo que hay detrás de cada alimento, desde su producción hasta su llegada a nuestra mesa.
Incorporar frutas y verduras en cada comida es esencial, ya que aportan agua, vitaminas, minerales, fibra, antioxidantes y compuestos antiinflamatorios. Elegir carbohidratos integrales durante el almuerzo proporciona fibra y energía sostenida, mientras que en la cena se recomienda consumirlos en menor cantidad según las necesidades individuales. Las grasas saludables, como las presentes en la palta, aceitunas, frutos secos y pescado azul, benefician la salud cerebral y tienen propiedades antiinflamatorias. Asimismo, mantener una buena hidratación es vital, ya que el agua regula la temperatura corporal, elimina toxinas y transporta nutrientes, contribuyendo así al bienestar físico y mental.
En este Día Internacional de la Felicidad, es fundamental recordar que la nutrición consciente es un compromiso personal y no una solución inmediata. Es esencial tomar la decisión de implementarla, ya que de lo contrario, se convertirá en una tarea pendiente que puede afectar significativamente nuestro organismo. Cultivar una relación saludable con los alimentos no solo nutre nuestro cuerpo, sino que también fomenta un espacio de bienestar emocional y mental.
Este artículo se publicó originalmente en Osorno en la Red.
Con Información de osornoenlared.cl