Por Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú).
El 5 de diciembre es una fecha significativa en Perú: el Día del Bombero. Es una ocasión para reflexionar sobre aquellos hombres y mujeres que arriesgan sus vidas sin esperar nada a cambio. Sin embargo, surge la interrogante: ¿es este realmente un día para celebrar, o debería ser un momento para exigir justicia y reconocimiento para quienes enfrentan el peligro con escaso apoyo? Este artículo pretende ir más allá de los homenajes simbólicos, destacando las alarmantes deficiencias que enfrentan nuestros bomberos voluntarios.
La historia del Cuerpo de Bomberos de Perú se remonta a 1860, con la creación de las primeras compañías: Chalaca 1, Roma 2, France 3 y Lima 4. Estas no solo combaten incendios; durante el Combate del 2 de mayo de 1866, desempeñaron un papel fundamental sofocando los fuegos provocados por los bombardeos españoles y protegiendo a la población chalaca. Desde sus inicios, los bomberos peruanos han demostrado que su misión trasciende cualquier frontera de peligro.
Entre estos primeros héroes, resalta Antonio Alarco Espinoza, miembro de la compañía Lima 4, quien perdió la vida en el torreón San Felipe al intentar salvar a un compañero. Su sacrificio no solo marcó un inicio valiente para el cuerpo de bomberos, sino que dejó una huella que se repite: bomberos dispuestos a arriesgarlo todo por la vida de otros, a menudo invisibles para el Estado.
Relatos de valor y entrega
El heroísmo de los bomberos peruanos está grabado en nuestra historia con episodios conmovedores y trágicos. El 13 de enero de 1881, en plena Guerra del Pacífico, 13 bomberos dieron su vida para defender Lima, un acto que sigue simbolizando la entrega total. Décadas más tarde, el incendio en Plumereros el 14 de febrero de 1931 fue otro ejemplo de la valentía sin límites de estos hombres. Y en tiempos más recientes, el 19 de octubre de 2016, tres bomberos de la Compañía Roma 2 perdieron la vida mientras luchaban por controlar un incendio.
Estos sacrificios, aunque inolvidables, plantean preguntas incomodas: ¿por qué nuestros bomberos deben enfrentar tales desafíos sin el respaldo adecuado? ¿Por qué su labor depende más de la solidaridad ciudadana que del Estado que debería proporcionarles herramientas, infraestructura y condiciones dignas para cumplir su misión?
Un sistema que los deja desamparados
Es imposible hablar del Día del Bombero sin sentir indignación ante el abandono sistemático que enfrentan. Los bomberos peruanos son voluntarios, lo que debería ser un motivo de orgullo, pero es en realidad una señal de alerta: son ciudadanos que sacrifican su tiempo, energía e incluso su vida sin recibir compensación alguna. Sin embargo, esta realidad no debería justificar la indiferencia del Estado. La escasez de equipos modernos, las estaciones en deterioro, los vehículos en condiciones deplorables y un presupuesto limitado son una constante vergüenza.
¿Cómo puede el Estado permanecer tan ausente ante las necesidades de quienes arriesgan todo? ¿Qué sentido tiene un homenaje anual si durante el resto del año se ignoran sus solicitudes más básicas? La respuesta se encuentra en la desconexión entre las prioridades políticas y la realidad de quienes están en la primera línea de las emergencias.
Donde el Estado falla, la sociedad civil responde. Los bomberos han encontrado en la población un apoyo constante, desde donaciones de equipos hasta campañas de sensibilización. Este cariño y respeto actúan como un bálsamo frente al olvido institucional. Pero la solidaridad ciudadanos no puede y no debe ser un sustituto de la responsabilidad estatal. No es justo que la carga de sostener al Cuerpo General de Bomberos Voluntarios recaiga exclusivamente en la buena voluntad de la gente.
Héroes sin remuneración, pero con un inquebrantable propósito
A pesar de todo, lo más admirable de los bomberos peruanos es que continúan con su labor. No buscan riquezas ni reconocimiento, y su único premio es salvar vidas. Cada vez que suena una sirena, sabemos que hay alguien dispuesto a darlo todo, incluso su propia existencia, por un extraño. Este compromiso es una lección de humanidad que debería avergonzar a quienes ocupan posiciones de poder y no hacen lo suficiente por ellos.
Hoy, al celebrar el Día del Bombero, no basta con aplaudir su valentía. Es un momento para exigir que el Estado asuma su responsabilidad. Necesitamos políticas públicas que prioricen el fortalecimiento del Cuerpo de Bomberos, un presupuesto adecuado y un reconocimiento real a su labor. Cada historia de heroísmo conlleva un llamado de atención: no podemos permitir que los bomberos peruanos enfrenten el peligro con tan escaso respaldo.
Recordemos su lema: Dios, Patria, Humanidad. Tres palabras que encierran el espíritu indestructible de nuestros bomberos. Tres palabras que nos invitan no solo a celebrar su valentía, sino a luchar por un país que les brinde las condiciones que merecen. Porque honrar su sacrificio no es solo agradecer; es actuar.
Con Información de www.diarioelpulso.cl