Cada año, los incendios forestales consumen miles de hectáreas en Chile, devastando bosques, hogares y, en numerosas ocasiones, cobrando vidas. En la última década, factores como el cambio climático, el crecimiento urbano descontrolado y la falta de planificación han incrementado la frecuencia y la severidad de estos incendios.
Para enfrentar este desafío, el programa estratégico Biobío Madera, promovido por Corfo, colaboró con expertos de CONAF, SENAPRED, CORMA, Bomberos, MINVU, MINECON, MINAGRI y otras instituciones para crear la Guía para la Preparación de Viviendas ante Incendios Forestales. Este documento técnico tiene como objetivo reducir la vulnerabilidad de las estructuras ubicadas en la interfaz urbano-forestal, proporcionando medidas específicas para disminuir su exposición al fuego.
«El fuego en un incendio forestal se comporta de manera diferente a un incendio estructural, y esa distinción es fundamental para la prevención», señala Frane Zilic, gerente de Biobío Madera. «En muchas ocasiones, las llamas ni siquiera llegan a tocar la casa, pero esta puede incendiarse por otros factores».
Según el especialista, las viviendas pueden prenderse fuego incluso a varios kilómetros del incendio activo. «En un incendio urbano, el fuego avanza por contacto directo con las llamas. Por el contrario, un incendio forestal puede generar una lluvia de brasas, radiación térmica y otros efectos que pueden encender una casa sin que las llamas la toquen directamente», advierte.
Lecciones internacionales aplicables a Chile
La elaboración del protocolo incluyó el estudio de experiencias de países con amplia trayectoria en la mitigación de incendios forestales, como Canadá, Estados Unidos y Australia. «Ellos han estado analizando el problema durante décadas y han desarrollado normativas detalladas para la preparación de viviendas. Sin embargo, no todas sus soluciones son aplicables en Chile, por lo que realizamos un trabajo de adaptación a nuestra realidad», explica Zilic.
Uno de los conceptos importantes extraídos de estos estudios fue la zonificación de autoprotección, lo que permite dividir el terreno en áreas de seguridad. «No es suficiente con que la casa esté construida con materiales resistentes; el entorno inmediato también es crucial», enfatiza el gerente de Biobío Madera.
Los riesgos invisibles
Uno de los descubrimientos más significativos al analizar incendios forestales en diversos países es que la mayor parte de las casas no se incendian porque el fuego las alcanza directamente, sino por la lluvia de brasas.
«Muchas personas piensan que el riesgo solo existe cuando las llamas están cerca, pero en realidad, las brasas llevadas por el viento pueden encender una casa mucho antes de que el fuego principal la alcance», dice Zilic. Estas partículas encendidas pueden infiltrarse por rendijas, acumularse en canaletas con hojas secas o depositarse en materiales inflamables cercanos a la casa.
Otro elemento crítico es la radiación térmica, el calor extremo generado por el fuego, que puede hacer estallar vidrios, debilitar materiales y, en consecuencia, provocar el colapso de la vivienda incluso antes de ser alcanzada por las llamas.
Para hacer frente a estos riesgos, el protocolo sugiere medidas como la instalación de techos incombustibles, ventanas de doble vidrio o postigos, y el uso de materiales resistentes al calor en las fachadas.
La relevancia de la preparación comunitaria ante incendios
Si bien la resistencia de cada vivienda es esencial, Zilic subraya que la preparación no debe ser un esfuerzo aislado. «Si tu casa está protegida pero la de tu vecino no, el riesgo sigue presente», advierte. La clave es un trabajo conjunto, con planes de evacuación, comunicación entre vecinos y estrategias coordinadas.
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Con Información de elcontraste.cl
