En Chile, la población de adultos mayores está en crecimiento y se estima que alcanzará el 30% del total para 2050. Esto conlleva un aumento en sus necesidades, especialmente en lo relacionado con los cuidados, dado que muchos se hallan en situaciones de dependencia leve o severa. En la mayoría de los casos, estas responsabilidades recaen en familiares cercanos y no son remuneradas.
Actualmente, cualquier persona que se ocupa de atender a otra experimenta un notable desgaste, especialmente si debe estar disponible todo el tiempo para satisfacer las demandas del cuidado, muchas veces sin contar con apoyo adicional. Evitar este desgaste es crucial para mantener la calidad del cuidado. Por ello, las personas cuidadoras requieren apoyos que les permitan compartir la carga, dedicar tiempo a sí mismas y establecer relaciones con otros.
Para profundizar en este tema, conversamos con investigadores y académicos de la Universidad de O’Higgins (UOH) para esbozar la realidad actual de estos roles tan significativos en la sociedad. Entre ellos, el Dr. Pedro Cisternas, profesor asociado en el ICS de la UOH, quien cuenta con un doctorado en Ciencias Biológicas y ha dedicado las últimas dos décadas a la enfermedad de Alzheimer. “En el 90% de los casos, especialmente en situaciones de demencia, los cuidadores son principalmente mujeres parientes que observan cómo se deteriora la salud de sus seres queridos. Esto genera un nivel de estrés que afecta a toda la familia”, señala.
Desde su perspectiva, esta carga mental puede ser muy severa y prolongarse durante años, resultando en una mayor incidencia de depresión y ansiedad en quienes cuidan, así como en altos niveles de estrés. “Al fallecer la persona con Alzheimer a la que cuidaban, los cuidadores quedan profundamente afectados”. Cisternas también menciona la necesidad de que en Chile el sistema de salud, tanto público como privado, reconozca las enfermedades relacionadas con la demencia como problemas integrales que afectan a toda la familia. “Aquellos que cuidan a sus familiares muy a menudo abandonan su trabajo, por lo que se podría implementar un subsidio económico que les permita cuidar a su ser querido y luego integrarse nuevamente al mercado laboral. En otros países, existen licencias especiales para cuidadores”, explica.
En países en vías de desarrollo como el nuestro, surge la inquietud sobre quién cuidará a los adultos mayores, y muchas veces el cuidado recae en otros adultos mayores, que pueden no estar en la mejor condición para ello. “No solo es que no estén remunerados, sino que también carecen de la información necesaria para proporcionar un buen cuidado, lo que podría desacelerar el deterioro del paciente”, añade.
UNA PERSPECTIVA MÁS SOCIAL
Por su parte, el Dr. Juan Andrés Pino, investigador del ICS y terapeuta ocupacional, resalta que el trabajo de cuidado ha recaído principalmente en mujeres en un contexto patriarcal, sin recibir el reconocimiento que merecen. Esta sobrecarga puede afectar gravemente el bienestar psicológico de ellas, quienes a menudo sienten el temor cultural de expresar su necesidad de ayuda o que están agotadas. Durante su investigación sobre cuidados socio-comunitarios de personas con discapacidad, Pino observó la importancia de que la comunidad se involucre en el apoyo a personas con dependencia, evitando su aislamiento, especialmente en zonas rurales donde las mujeres suelen asumir múltiples roles de cuidadoras.
Su estudio analizó la vivencia de 15 personas con discapacidad y sus cuidadoras, así como la percepción del apoyo institucional por parte del Estado. “Encontramos que en algunos barrios, los vecinos organizan apoyo para las cuidadoras, facilitando su tarea y enriqueciendo la vida social de las personas con discapacidad”. Según Pino, el enfoque sobre los cuidados debe politizarse, reconociéndolo como un problema estructural de la sociedad. “Es fundamental que las cuidadoras se organicen para compartir sus experiencias y dificultades, lo cual ayuda a visibilizar los problemas políticos que enfrenta el trabajo de cuidado”, concluye.
Y DESDE LA SALUD…
Paula Padilla, enfermera y docente en Santo Tomás Rancagua, subraya que muchos cuidadores carecen de la formación adecuada en comparación con los profesionales de la salud. Existen oportunidades para mejorar su capacitación, por ejemplo, a través de talleres en los CESFAM que enseñan las principales responsabilidades de un cuidador. Sin embargo, hay tareas, como la administración de inyecciones o curaciones, que solo pueden ser llevadas a cabo por profesionales o técnicos capacitados.
Padilla es consciente del agobio que enfrentan los cuidadores, quienes a menudo sienten tristeza y estrés, además de no dedicar tiempo a cuidar de su propia salud mental. Están tan absortos en el cuidado de su familiar que muchas veces no pueden buscar apoyo psicológico o médico, lo que agrava su situación. También menciona la falta de corresponsabilidad de género en el manejo de las tareas del cuidado, lo que se ve influido por las condiciones sociales.
En el ámbito de la enfermería, Paula menciona un test psicológico conocido como ZARIT, que evalúa el bienestar de quienes cuidan a pacientes con demencia. “La realidad es que muchos no tienen tiempo para sí mismos. Intentamos buscar redes de apoyo, como la posibilidad de que otros miembros de la familia ayuden o si cuentan con recursos para contratar a alguien, aunque esto no suele estar disponible”, destaca.
Aconseja a los cuidadores aprovechar al máximo los programas de salud disponibles, incluidos los destinados a la atención de dependencia severa, tanto para el paciente como para el cuidador. “Si el cuidador está desmejorado, no puede ofrecer un buen cuidado al paciente. Deben acercarse al CESFAM y consultar sobre los recursos a su disposición”, propone Padilla.
UNA ESTUDIANTE DE LA UOH Y SU INVESTIGACIÓN SOBRE CUIDADOS
Sindy Pedraza, estudiante de cuarto año de la carrera de Enfermería en la UOH, presentó en la 50° Reunión Científica de la Fundación Index en Granada, España, su investigación titulada “Sobrecarga, descuido personal y falta de apoyo: La realidad de los cuidadores de personas mayores”. Este estudio se centra en la salud de los cuidadores para garantizar una atención más efectiva a los pacientes. “Reconocí la importancia de incluir a los cuidadores en nuestros planes de atención de enfermería. La calidad de vida del cuidador impacta directamente en la salud y recuperación del paciente. Aunque hay avances en políticas públicas, queda mucho por hacer en términos de ofrecer herramientas de autocuidado y más apoyo”, destaca.
Su investigación incluye el caso de una persona mayor de 85 años cuidada por su hermana. “Es fundamental intervenir tanto al paciente como al cuidador, evaluando sus necesidades y proporcionando educación, apoyo y momentos de descanso para ellos, además de jornadas de capacitación”, subraya. Sindy atestigua el alto desgaste emocional, físico y psicológico que experimentan los cuidadores, derivado de la falta de tiempo y del estrés por no saber manejar ciertas situaciones sin apoyo.
Finalmente, Sindy aboga por la capacitación y acceso a programas de apoyo para los cuidadores, así como la creación de protocolos de atención personalizados y redes de apoyo comunitario. “Es esencial que la población tenga conocimientos básicos sobre el cuidado. Saber cómo actuar en emergencias, mover a un paciente y cuidarse a sí mismo son habilidades críticas. La diferencia en resultados es significativa cuando un paciente y su familia cuentan con un cuidador bien preparado”.
Con Información de www.elrancaguino.cl