Hace casi dos siglos, Adolphe Quetelet, un astrónomo y matemático belga, determinó que el peso de una persona se relaciona aproximadamente con el cuadrado de su altura, lo que llevó a la creación del índice que lleva su nombre en 1833. Así lo explica José Miguel Soriano del Castillo, catedrático de Nutrición y Bromatología en la Universidad de Valencia, España.
En 1972, el fisiólogo estadounidense Ancel Keys concluyó que el enfoque de Quetelet era el más adecuado para estimar el espesor de la grasa corporal, según Soriano, en un artículo publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation.
Conocido como índice de masa corporal (IMC), este método se convirtió en un estándar durante las décadas siguientes, probablemente debido a su facilidad de uso. Sin embargo, esto también ha generado algunos problemas, como señala este especialista.
El índice de masa corporal (IMC).
El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona (en kilogramos) entre el cuadrado de su altura (en metros).
Por ejemplo, si una persona pesa 68 kilos y mide 1,60 metros, su IMC sería 26,56, resultado de dividir 68 (kilogramos) entre 2,56 (el cuadrado de 1,60 metros).
Según esta fórmula, el IMC se clasifica de la siguiente manera: menor a 18,5 (bajo peso), de 18,5 a 24,9 (normopeso); de 25 a 26,9 (sobrepeso); de 27 a 29,9 (preobesidad), y a partir de 30, se observa diferentes grados de obesidad, hasta llegar a un índice de 50 (obesidad extrema), según la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).
El profesor Soriano explica que “el IMC se relaciona con el riesgo de mortalidad a nivel poblacional”, y en 1995, la Organización Mundial de la Salud estableció cuatro puntos de corte que definen las categorías de bajo peso, normopeso, sobrepeso y obesidad.
No obstante, esta clasificación se basa en un ideal caucásico y “no considera otros factores como el género, la etnia, el porcentaje de grasa o músculo y otros determinantes de salud. Además, los límites no son tan claros a nivel individual”, comenta el catedrático.
Define la obesidad como una enfermedad multifactorial, crónica, recurrente y no transmisible, que se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa corporal, lo que representa un riesgo para la salud. Sin embargo, “el diagnóstico y manejo de esta patología no se han alineado como en otras enfermedades crónicas”, explica Soriano.
El índice cintura-talla (ICT).
Para abordar este problema, la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO) llevó a cabo un proceso de consenso basado en 28 afirmaciones que propone un nuevo marco para el diagnóstico, clasificación y manejo de la obesidad en adultos. Este documento establece que el IMC por sí solo no es suficiente como criterio diagnóstico y que la distribución de la grasa corporal —especialmente la acumulación de grasa abdominal— es un mejor indicador de riesgos, según el experto de la UV.
El nuevo marco clasifica el índice cintura-talla como un mejor marcador de riesgo. Además, destaca la importancia de incluir una evaluación sistemática de las deficiencias médicas, funcionales y psicológicas, como la salud mental y los trastornos alimentarios en el diagnóstico clínico de la obesidad.
La implementación de este nuevo enfoque en la práctica clínica permitiría un diagnóstico y tratamiento más personalizados y precisos para la obesidad. Se consideraría no solo el IMC, sino también la distribución de la grasa, usando el índice cintura-talla como un indicador más relevante de riesgo cardiometabólico.
El Índice Cintura-Talla (ICT) se calcula dividiendo la circunferencia de la cintura a la altura del ombligo (en centímetros) entre la estatura (también en centímetros).
Si se adopta el nuevo marco de la EASO, se incorporarían evaluaciones de salud mental y funcional en la práctica clínica, además de tratamientos multidisciplinarios que incluyan cambios de conducta, terapias psicológicas, medicamentos e incluso intervención quirúrgica en ciertos casos.
El problema de los ‘falsos delgados’.
Si bien el IMC es una medida útil como punto de partida, la evidencia científica indica que no es suficiente, tal como lo aseguran investigadores del grupo de Nutrigenómica, Biomarcadores y Evaluación de Riesgos (NuBE) de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), en España.
Por ejemplo, un culturista de baja estatura que pesa más por su masa muscular que por grasa podría ser clasificado como sobrepeso, a pesar de tener buena salud. En contraste, una persona alta y delgada, pero con un abdomen prominente, podría ser considerada normopeso, aun con un metabolismo alterado. Este último grupo es conocido como “falsos delgados” (FD), personas con un IMC normal pero con altos porcentajes de grasa corporal, especialmente visceral.
Se estima que los “falsos delgados” podrían representar hasta un 22% de la población mundial, advierten los especialistas del grupo NuBE. Tienen una cantidad excesiva de grasa corporal, lo que altera el metabolismo del organismo y puede provocar inflamación, hipertensión o resistencia a la insulina, aumentando su riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes o las patologías cardiovasculares. En mujeres de este grupo, la mortalidad puede duplicarse, considerándolo un problema significativo de salud pública.
El grupo NuBE ha estado investigando el fenómeno de los ‘falsos delgados’ en roedores, identificando las condiciones que los llevan a este estado. Generalmente, estos individuos presentan una alimentación desequilibrada (por ejemplo, alta en grasas) pero sin un consumo calórico excesivo. Es decir, ingieren alimentos dañinos, pero en cantidades moderadas.
Incluso hay evidencia de que una mala alimentación durante la lactancia puede contribuir al desarrollo de este estado en las crías. “Lo mismo ocurre con los humanos”, aseguran. Muchas veces se observa que un amigo que abusa de la comida rápida no engorda, aunque probablemente acumule grasa a nivel visceral sin que sea visible.
La combinación de una dieta poco saludable, falta de ejercicio, estrés y factores genéticos desfavorables contribuye a la creciente población de ‘falsos delgados’, concluyen los investigadores.
El artículo Falsos delgados: cuando las matemáticas engañan fue publicado originalmente en El Rancagüino.
Con Información de www.elrancaguino.cl