Con frecuencia, tendemos a idealizar el emprendimiento, convirtiéndolo en un tema popular entre quienes buscan lograr esa tan deseada independencia laboral o cumplir un sueño personal. No obstante, este camino está lleno de mitos y creencias que, lejos de ayudar, pueden desmotivar o confundir a quienes se atreven a emprender.
En mi experiencia, he observado cómo ciertos paradigmas obstaculizan el crecimiento, especialmente de mujeres que, impulsadas por sus ideas, enfrentan barreras invisibles pero muy poderosas.
He escuchado muchas cosas, pero uno de los mitos más recurrentes es que «emprender es solo para personas valientes y seguras de sí mismas». Sin embargo, la realidad es radicalmente diferente. Nadie goza de una certeza absoluta al comenzar un nuevo proyecto, y el temor al fracaso es una constante, incluso entre los más experimentados. Lo que realmente importa no es estar libre de dudas, sino aprender a manejarlas y avanzar a pesar de ellas. Emprender implica tomar decisiones, a menudo en terrenos desconocidos, lo cual genera inevitablemente incertidumbre. Pero es precisamente en ese proceso donde aprendemos y desarrollamos resiliencia.
Como bien dijo Henry Ford: “El fracaso es solo la oportunidad de comenzar de nuevo, esta vez de forma más inteligente”. Esta frase refleja lo que muchos emprendedores experimentamos. Sin duda, el miedo a cometer errores puede ser paralizante, pero es esencial entender que cada equivocación es una lección que nos acerca más al éxito. El emprendimiento no se basa en evitar fracasos, sino en cómo nos recuperamos después de caer. Otro mito que limita el éxito es la creencia de que “necesitas una idea revolucionaria para triunfar”. Aunque algunas startups alcanzan una visibilidad considerable, la realidad es que muchas empresas exitosas no nacen de conceptos disruptivos. Muchos negocios florecen al mejorar lo ya existente, ofreciendo productos de mayor calidad o resolviendo problemas comunes de manera más eficiente. A menudo, lo que el mercado realmente necesita no es algo nuevo, sino algo que funcione mejor.
Asimismo, existe la creencia de que “necesitas grandes cantidades de dinero para emprender”. Si bien contar con capital puede ser beneficioso, no es un requisito obligatorio. Hoy en día, hay múltiples opciones para iniciar un negocio con recursos limitados: desde financiamientos colectivos hasta programas gubernamentales o incubadoras que ofrecen apoyo financiero y mentoría. Yo diría que el verdadero reto radica en encontrar maneras creativas de maximizar los recursos disponibles.
Habiendo desmantelado algunos paradigmas erróneos, ¿qué aspectos deberíamos considerar al momento de emprender? A partir de mi experiencia, aquí algunas sugerencias:
1. Es fundamental comprender el mercado al que deseamos ingresar. A veces, nuestra pasión por una idea puede llevarnos a perder de vista la viabilidad del negocio. Investiga a fondo, conoce a tus competidores y entiende qué necesita tu público objetivo; estos son pasos esenciales que no se deben omitir.
2. La planificación financiera es crucial. Muchas emprendedoras proyectan bajos costos y altas ganancias, lo cual puede conllevar problemas de flujo de caja. Es vital ser realista con los números, llevar una contabilidad ordenada y, si es posible, buscar asesoramiento profesional en esta área. No se trata solo de generar ingresos, sino de saber gestionarlos.
3. Como mencioné antes, es crucial contar con una red de apoyo. El mito de la “emprendedora solitaria” es uno de los más perjudiciales, y créanme, no funciona. Ningún emprendimiento florece en aislamiento. Hoy en día, hay muchas redes de apoyo para mujeres emprendedoras. Aprovecharlas no solo aporta conocimientos, sino también el impulso emocional que a veces necesitamos. Estar acompañadas en este viaje hace que los desafíos sean más factibles y las victorias más gratificantes.
4. Y por último, pero no menos importante, hablemos de la autogestión. Al emprender, es fácil caer en el agotamiento, pensando que cuanto más trabajemos, más rápido alcanzaremos el éxito. Sin embargo, la productividad no está relacionada con la cantidad de horas trabajadas, sino con la calidad de las decisiones que tomamos. Cuidar nuestra salud mental, establecer límites y saber cuándo delegar son aspectos fundamentales para mantener un negocio y un estilo de vida equilibrado.
Es esencial recordar que el emprendimiento no es un camino recto y sin obstáculos. Cada proyecto enfrenta sus propios desafíos y plazos. Lo que funciona para una persona no necesariamente funcionará para otra, y eso está bien. Lo importante es estar dispuestas a aprender, adaptar nuestra visión y perseverar, incluso en las circunstancias más difíciles.
Recordemos, queridas lectoras, que al final del día, lo que realmente importa no es la ausencia de miedo, sino avanzar a pesar de él.
Con Información de www.diarioelcentro.cl