Un año que dejó huella en la historia de la comuna de Los Ángeles, marcando el inicio de eventos que se extendieron más allá de nuestras fronteras, comenzando con un asalto a la planta Iansa.
Un día que se grabó en los anales de Chile, siendo el punto de inicio de un violento y osado capítulo de subversión en la capital provincial del Biobío. En esa ocasión, el 28 de junio de 1995, a las 10 de la mañana, cuatro hombres encapuchados y armados irrumplieron en las oficinas de la planta Iansa.
Situada al final de la avenida Vicuña Mackenna, la planta sufrió un asalto que duró solo unos minutos pero que dio inicio a una investigación que destapó los planes de un grupo subversivo dedicado a alterar la estabilidad del país.
El atraco millonario a Iansa y el inicio de una revolución
En el momento en que los guardias de la empresa Brink’s dejaron en la oficina 45 millones de pesos en efectivo (equivalentes a más de 100 millones actualmente), los asaltantes entraron en acción. Uno de ellos disparó al techo, atemorizando a los presentes, y rápidamente se apoderaron del dinero destinado a pagar a los trabajadores.
Escaparon en un taxi robado, el cual abandonaron poco tiempo después, dejando un rastro de confusión y escasas pistas. Este acto no fue un evento aislado, sino la primera pieza de un complicado rompecabezas que se tornaba cada vez más difícil de resolver.
Meses más tarde, el 8 de agosto del mismo año, tuvo lugar una frenética persecución en las calles de Los Ángeles. La jornada culminó en la detención de dos hombres en un automóvil Peugeot que circulaba en sentido contrario. Ese día, se realizaron múltiples allanamientos en Los Ángeles, Concepción y Santiago que revelaron la magnitud del grupo responsable.
En estos operativos, se confiscaron armas de alto poder, como una subametralladora AK-47, y se arrestó a ocho personas, entre ellas al líder José Rodrigo Muñoz Alcoholado, conocido como “Alejandro Montenegro” o el “Chico Alejo”.
El grupo, identificado como el Ejército Guerrillero de los Pobres – Patria Libre (EGLP-PL), se formó como una facción radical del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) tras el retorno a la democracia. Su meta era financiar un levantamiento armado similar a movimientos como el zapatista en México, buscando establecer un «Ejército Libertador de la Araucanía» en el sur de Chile, según se menciona en la “Comunidad de Los Ángeles, Historia e Identidad.”
Un fugitivo internacional
A pesar de las contundentes pruebas, los ocho detenidos fueron liberados el 10 de septiembre de 1995 por una decisión de la Corte de Apelaciones. Sin embargo, cuando esta decisión fue revertida, ya era demasiado tarde: los responsables se habían esfumado.
José Muñoz Alcoholado se refugió en la Isla Grande de Chiloé y luego se trasladó a Argentina, comenzando un viaje por América Latina. Este recorrido lo llevó a conectarse con movimientos revolucionarios en Colombia, Perú, Cuba, Nicaragua, Brasil y, finalmente, Venezuela.
Muñoz Alcoholado se habría unido al Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia, colaborado con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) en Perú, y participado en los procesos revolucionarios de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. Su trayectoria se convirtió en un símbolo de la persistencia de la lucha armada en la región, desafiando fronteras y fuerzas del orden.
El final de un revolucionario
Finalmente, el 10 de mayo de 2017, en un restaurante en Caracas, Venezuela, la vida de José Muñoz Alcoholado llegó a un trágico final. Dos hombres armados lo asesinaron en lo que parecía un ajuste de cuentas, concluyendo así cuatro décadas de actividad subversiva que iniciaron con el asalto a la planta Iansa en Los Ángeles.
El episodio de 1995 no solo sacudió a una ciudad tranquila del Biobío. Reveló las intenciones de un movimiento decidido a desafiar el statu quo a cualquier costo. Años después, los ecos de ese día aún resuenan como un recordatorio de los peligros que conllevan la radicalización y la violencia en nombre de una causa.
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Con Información de elcontraste.cl
