Alejandra Casanova Henríquez, Arquitecta de la Universidad del Bío-Bío. Magíster en Gerencia para el Desarrollo. Especialista en Políticas Públicas, Desarrollo Urbano, Territorio y Seguridad Urbana.
En Chile, las situaciones de acoso y agresión sexual hacia mujeres en espacios públicos son alarmantemente frecuentes. Los datos indican que esto no es simplemente una sensación de inseguridad sin fundamento; en realidad, las mujeres se ven objetivamente afectadas por el acoso, la violencia y la inseguridad en diversos entornos urbanos.
La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana 2023 (ENUSC) revela que el acoso sexual es el delito más común que enfrentan las mujeres. Un 76% de ellas se siente insegura o muy insegura al caminar solas por la calle durante la noche, siendo las mujeres jóvenes las que más preocupaciones tienen respecto a su seguridad. Según el Observatorio Contra el Acoso Callejero de Chile (OCAC), 9 de cada 10 mujeres han experimentado algún tipo de acoso o violencia en la vía pública. Este fenómeno se registra especialmente en calles, parques, plazas, paraderos, ferias libres y en el transporte público.
Tanto las mujeres como los hombres viven experiencias diferentes en la ciudad, influenciadas por sus roles y situaciones cotidianas. Las mujeres asumen en gran medida la responsabilidad del cuidado y la organización de la vida diaria, lo que resulta en patrones de movilidad específicos, como desplazamientos más cercanos, ya sea a pie o en transporte público, y un uso variado e intenso de los espacios y servicios públicos, lo que implica una diversidad en sus trayectos y destinos. Esta mayor vulnerabilidad frente al acoso y la violencia de género restringe su libertad de movimiento, limita su acceso a ciertos lugares de la ciudad y afecta su capacidad para participar plenamente en la vida urbana.
El miedo se ve alimentado por el deterioro y el abandono del entorno urbano. Factores críticos como la oscuridad, la falta de vigilancia natural y de control social, el desorden, la insalubridad, las señales de incivilidad, y la existencia de «lugares trampa» y obstáculos visuales, contribuyen a aumentar la sensación de inseguridad. Esta situación revela la profunda brecha en equidad de género relacionada con la seguridad urbana.
Tras varios años de trabajo en el ámbito de la Seguridad Urbana, he observado que una estrategia efectiva debe basarse en la experiencia y el conocimiento tanto objetivo como intuitivo de las mujeres como usuarias de los espacios públicos, promoviendo su participación en diferentes instancias. Existe un gran interés por parte de las mujeres en involucrarse en este tipo de iniciativas. Así, al identificar problemas y plantear propuestas de diseño, aportan una visión acertada, práctica y relevante, de manera colectiva y multidisciplinaria, con un enfoque transformador que va más allá de los espacios físicos, abarcando también el aspecto social de la intervención, lo que conlleva a la creación de un enfoque integral en el espacio urbano.
Estas estrategias para diseñar espacios públicos presentan numerosas ventajas; lo primordial es considerar la perspectiva de género como una herramienta concreta a implementar, con participación activa y vinculante de un grupo objetivo (las mujeres). Esto requiere la voluntad política de las instituciones que gestionan la ciudad, priorizando recursos y acciones en esta línea, además de fomentar una gestión colaborativa y un trabajo multisectorial, reconociendo estas iniciativas como buenas prácticas a replicar en diferentes contextos sociales y urbanos.
Con Información de www.diarioelcentro.cl