Camila Roa
Kinesióloga y académica de la U. Central
La Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular estima que, a nivel global, aproximadamente 80 millones de personas han experimentado un Accidente Cerebrovascular (ACV), de las cuales al menos 50 millones enfrentan secuelas que las llevan a una situación de discapacidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) describe el ACV como un “síndrome clínico que se manifiesta mediante signos de desarrollo rápido de trastornos neurológicos focales o generales (en el caso de coma) de la función cerebral, que persisten más de 24 horas o resultan en la muerte, sin una causa aparente distinta de una enfermedad vascular”. Se clasifica en dos tipos: isquémico (75-90%), causado por la obstrucción de un vaso sanguíneo en el cerebro, y hemorrágico (10-25%), que se produce por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro, provocando hemorragia (MINSAL, 2018).
En 2023, el Congreso aprobó un proyecto de ley que establece el 29 de octubre como el Día de la Prevención del ACV, coincidiendo con una conmemoración mundial, con el objetivo de sensibilizar sobre la gravedad de esta enfermedad y el gran número de personas afectadas. Este avance es importante, ya que pone de relieve el tema, pero es solo un primer paso; aún se requieren muchas más medidas que enfoquen en un concepto que, desde la perspectiva de la kinesiología, es fundamental para la salud: la prevención. Es necesario que se establezca la noción de que prevenir puede salvarnos de diversas patologías. Educar al público es esencial para fomentar la conciencia colectiva que se necesita para construir una población más sana.
El ACV es la segunda causa de muerte en Chile, lo que resalta la importancia del autocuidado en nuestra labor de prevención. ¿Cómo podemos lograrlo? Reduciendo los factores de riesgo modificables: hipertensión arterial, tabaquismo, diabetes mellitus, obesidad, sedentarismo, alta ingesta de sodio, altos niveles de estrés, fibrilación auricular, hipercolesterolemia, apneas del sueño y arterias carótidas bloqueadas (Guiraldo, 2018).
Adoptar estilos de vida más saludables es un aspecto crucial para la prevención en salud, al igual que el conocimiento sobre enfermedades preexistentes en la familia, lo que es relevante para realizar chequeos médicos y estar alertas ante posibles patologías.
Asimismo, ante un ACV, podemos mitigar la aparición o gravedad de las secuelas al reconocer los síntomas, lo que facilita el traslado inmediato a un centro de salud para recibir tratamiento a tiempo, mejorando las posibilidades de un pronóstico favorable.
El papel de la kinesiología es esencial en la rehabilitación de pacientes que han sufrido un ACV, trabajando en conjunto con un equipo multidisciplinario para crear un plan de tratamiento individualizado y adaptado a las necesidades de cada paciente. Sin embargo, es vital centrarse también en la prevención, para que quienes sobreviven a esta condición puedan aspirar a una mejor calidad de vida con menos secuelas.
El artículo sobre el Día Mundial de la Prevención del ACV aparece primero en Osorno en la Red.
Con Información de osornoenlared.cl