Escrito por Gabriela Cuadra Zamorano, Asistente Social y Mediadora Familiar, Docente en el área Formación e Identidad IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua.
Estoy convencida de que la violencia, en cualquiera de sus formas, no soluciona nada y solo complica las situaciones en las que se presenta.
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer nos invita a reflexionar sobre sus raíces. En 1981, se llevó a cabo el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá, donde se propuso establecer el 25 de noviembre como el día de lucha contra la violencia hacia las mujeres, en memoria de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes fueron asesinadas durante la dictadura de Rafael Trujillo en la República Dominicana (1930-1961) debido a su activismo político, un 25 de noviembre de 1960.
Contar con un día al año para crear consciencia sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres es impactante, lo que suscita la pregunta de por qué necesitamos sensibilizar sobre algo que debería ser evidente, como la erradicación de la violencia de género. Sin embargo, como sociedad, a menudo avanzamos un paso y luego retrocedemos.
Las cifras no mienten. En Chile, en lo que va del año, hemos contabilizado 33 femicidios consumados y 248 intentos frustrados (Sernameg.gob.cl). En la Región de O’Higgins, aunque las estadísticas indican 1 caso y 14 frustrados, esa mujer fallecida no debería entrar en esa lista.
A lo largo de la historia, las mujeres han sufrido todo tipo de abusos simplemente por el hecho de ser mujeres. Hoy, esa violencia puede ir desde lo sutil, como la violencia psicológica, que a primera vista no deja marcas, hasta la violencia económica, llegando a las grotescas formas de violencia sexual.
En mi experiencia profesional, he observado que este fenómeno parece no distinguir entre edad, condición sociocultural, religión, etc. Va desde la violencia en relaciones de noviazgo hasta el maltrato en parejas que han convivido durante años, perpetuado bajo la idea de que «él es hombre» o «solo se pone así cuando ha bebido», normalizando así la violencia contra la mujer y perpetuando modelos ancestrales aceptados por la sociedad.
Siento la necesidad de cerrar esta reflexión con los recientes sucesos de violencia contra las mujeres en Afganistán. El régimen talibán, impuesto hace tres años, no solo prohíbe a las mujeres acceder a la educación – lo que en sí es un acto violento –, sino que ahora no pueden expresarse, ya que su voz se considera perturbadora. Además, se les ha prohibido conversar entre ellas, salir solas (deben ser acompañadas obligatoriamente por un mahram – un hombre de su familia), no poseen derechos de reunión, no pueden trabajar y mucho menos elegir cuándo y con quién casarse. En resumen, las mujeres han sido borradas de la sociedad, relegadas a ser meras procreadoras.
Espero que algún día no necesitemos un día para crear consciencia y, en su lugar, celebremos la completa erradicación de la violencia contra la mujer en el mundo, porque ahora mismo no hay nada que celebrar.
Con Información de www.diarioelpulso.cl