En las concurridas calles de Los Ángeles, la figura del chinchinero está en peligro de extinción. Este icónico personaje, que anima los espacios públicos con su bombo y varillas, enfrenta el reto de mantener viva una tradición que se está apagando poco a poco.
Julián Troncoso Farías, un joven de 22 años que proviene de Santiago, es uno de los pocos chinchineros que aún recorren el país mostrando su talento. «Entré en este mundo por herencia familiar; mi tío me enseñó desde muy pequeño. Ya tengo más de siete años en este oficio», comparte Julián. Su entusiasmo lo ha llevado a viajar desde el norte hasta el sur de Chile, visitando lugares como Copiapó y Villarrica, siempre con su inconfundible «bombito».
A pesar de su entusiasmo, Julián observa que la apreciación del público varía. «Hay personas muy generosas, pero también quienes no disfrutan del arte. En muchos lugares a los que vamos, nos reciben con gran alegría, especialmente los niños y aquellos que lo recuerdan de su infancia, como los adultos mayores», apunta.
El arte del chinchinero tiene sus orígenes en la Región Metropolitana de Santiago, donde don Lázaro Kaplán inició esta tradición en la década de 1920, acompañado de un organillo. Con el tiempo, este arte ha evolucionado, adquiriendo un estilo propio que combina danza y percusión.

El arte del chinchinero que se está desvaneciendo
Sin embargo, Julián expresa su tristeza por la pérdida de esta tradición. «Lamentablemente, se va apagando porque muchas personas solo se detienen a mirar y luego se van. Eso desmotiva a quienes trabajamos en esto. Para mí, esto es mi sustento diario. Cuando las cosas no van bien, a veces pienso en conseguir un empleo fijo para ganar más dinero, y así nuestra cultura se va desvaneciendo», reflexiona.
Julián hace un llamado a la comunidad para que sea más solidaria y apoye este arte. «Con aportaciones de $100 o $200, se puede llenar poco a poco el saco, pero a veces no hay colaboración, y eso me aleja de este camino. Yo, al llegar a Santiago, tendré que buscar trabajo fijo», confiesa.
La historia del chinchinero es un testimonio vivo del patrimonio cultural chileno. Su presencia en las calles no solo brinda alegría y música, sino que también mantiene viva una tradición centenaria que es parte esencial de nuestra identidad nacional. Apoyar a los chinchineros es, en definitiva, preservar un valioso elemento de nuestra cultura.
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Con Información de elcontraste.cl