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¿Cómo identificar un Trastorno de la Conducta Alimentaria? Aquí están las señales de advertencia, las variaciones y los grupos impactados.

Chile ha pasado a ser el segundo país de América Latina con el mayor incremento en los índices de obesidad durante los últimos 30 años, según un informe reciente de The Lancet. Este aumento en la obesidad se ha asociado con un crecimiento en los trastornos de la conducta alimentaria por exceso, revelando una complicada relación entre los hábitos alimenticios y la salud.

El DSM-5 clasifica varios Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), incluyendo la bulimia, la anorexia y el trastorno por atracón (Binge Eating Disorder), que fue añadido hace algunos años como diagnóstico específico, según explica Camila Rodríguez, nutrióloga de Clínica Las Condes. Además, menciona que existen Trastornos de la Conducta Alimentaria No Especificados, que pueden presentar patrones de restricción, purgas o episodios de atracones en diferentes combinaciones.

“Desde un enfoque clínico, separamos los trastornos de la conducta alimentaria en dos categorías: malnutrición por déficit y malnutrición por exceso. La manera de abordarlos varía dependiendo del grupo etario y las características específicas de cada persona. Por ejemplo, en pacientes con sobrepeso u obesidad, observamos una mayor prevalencia de trastornos como el trastorno por atracón o la bulimia. Por eso, es fundamental distinguir entre malnutrición por exceso y por déficit, ya que aquellos que tienen sobrepeso suelen desarrollar Trastornos de la Conducta Alimentaria por exceso, siendo el trastorno por atracón y la bulimia los más comunes”, subraya Rodríguez.

Otro caso es el trastorno del comedor nocturno, que afecta a individuos que ingieren pocas calorías durante el día o controlan rigurosamente su alimentación, pero que, en la noche, experimentan episodios de ingesta descontrolada, ya sea antes de dormir o al despertarse para poder volver a descansar. “Es crucial diferenciar este trastorno del sonambulismo, ya que quienes lo padecen están plenamente conscientes de que están comiendo y recuerdan el episodio al día siguiente, a diferencia de los trastornos del sueño, donde no tienen memoria de lo ocurrido”, aclara Rodríguez.

La nutrióloga apunta que una de las principales señales de alerta de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) es un cambio prolongado en los hábitos alimenticios. Esto puede manifestarse como una reducción excesiva en la ingesta de alimentos o una obsesión por calorías, porciones o incluso la velocidad con que se come. Además, advierte que médicos, familiares y amigos deben ser cuidadosos de no confundir estos cambios con variaciones culturales en la alimentación, ya que los hábitos alimenticios son muy distintos según el contexto sociocultural.

“La conducta alimentaria de una persona puede variar a lo largo de su vida y está influenciada por múltiples factores. Los trastornos de la conducta alimentaria también pueden cambiar con el tiempo dentro de un mismo paciente, no manteniendo siempre el mismo patrón. Por eso es crucial estar atentos a estos cambios y reconocer las señales de alerta para profundizar en su análisis. Ante cualquier sospecha, lo recomendable es consultar a un especialista”, enfatiza Rodríguez.

Asimismo, añade que, aunque la brecha en la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria entre hombres y mujeres se ha reducido, estos siguen siendo más comunes en mujeres. También señala que, hace 15 o 20 años, estas patologías afectaban principalmente a jóvenes y adultos mayores de 15 años. Sin embargo, ahora se observa un aumento en los diagnósticos en niños y adolescentes, influenciado por factores familiares, genéticos, biológicos, endocrinos, culturales, sociales, socioeconómicos y educativos.

Rodríguez menciona que, en la mayoría de los casos, los pacientes no buscan ayuda de manera espontánea. “No consultan porque tienen un trastorno por atracón o porque vomitan o se purgan”, detalla. Además, aclara que, en el caso de la bulimia, las purgas no se limitan a los vómitos, “también pueden incluir ejercicio excesivo o el uso de medicamentos como laxantes o diuréticos”. Por esta razón, resalta la importancia de profundizar en la historia clínica del paciente y distinguir con precisión los diagnósticos para formular preguntas pertinentes y definir el enfoque terapéutico más adecuado. “El tratamiento debe ser tanto conductual como farmacológico, ya que hay evidencia de que diferentes medicamentos son útiles para cada trastorno”, concluye.

Para finalizar, la especialista sostiene que abordar los distintos trastornos requiere un enfoque multidisciplinario, que no se limita a un tratamiento con un nutriólogo o psicólogo, “sino que también debe contar con un sólido apoyo familiar y de su entorno cercano, ya que es muy difícil para el paciente cambiar este tipo de conducta”.

Con Información de osornoenlared.cl

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