El cáncer cervicouterino es una de las principales causas de mortalidad entre mujeres chilenas, ocupando el quinto lugar en frecuencia. En la mayoría de los casos, esta enfermedad es resultado de una infección persistente por el Virus del Papiloma Humano (VPH), adquirido a través de relaciones sexuales. De acuerdo con Globocan 2022, Chile registra cerca de 1.560 diagnósticos anuales, con más de 820 muertes; cifras alarmantes que resaltan la necesidad de implementar medidas preventivas contra esta grave patología.
La académica del Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa) de la Universidad de O’Higgins, María Teresa Solís, explica que contraer un VPH de tipo 16 o 18, que son muy agresivos, es un factor clave para que esta infección se extienda y cause lesiones precoces que pueden volverse cancerosas.
“Si bien las infecciones por el VPH son comunes entre las personas sexualmente activas y la mayoría se resuelve de manera espontánea, la infección persistente por VPH de alto riesgo, especialmente los tipos 16 y 18, están vinculadas a la formación de lesiones precoces. De no ser detectadas y tratadas a tiempo, estas lesiones podrían evolucionar a cáncer cervicouterino. Otros factores como el tabaquismo y un sistema inmunológico comprometido también incrementan el riesgo de desarrollar esta enfermedad”, advierte la especialista.
Vacunación primaria
La académica menciona que el desarrollo del cáncer cervicouterino puede ser lento y muchas veces asintomático, pudiendo pasar entre 5 a 10 años para que las células infectadas evolucionen a lesiones precoces y alrededor de 20 años para que se presente el cáncer consolidado. Por eso, se recomienda la vacunación contra el VPH como método de prevención primaria para niñas y niños entre 9 y 13 años, incluida en el Plan Nacional de Inmunización desde 2014.
“Esta vacuna es segura y presenta una efectividad superior al 90% para prevenir las infecciones por los tipos de VPH incluidos en su formulación. A pesar de que al principio enfrentó cierta resistencia debido a factores socioculturales, actualmente la cobertura ha alcanzado cerca del 70%. Sin embargo, es crucial incrementar esta cifra, complementando con estrategias de prevención secundaria”, advierte la doctora.
Test del PAP-GES
Otra medida preventiva esencial que sugiere Solís es el examen de Papanicolaou (PAP), que permite identificar alteraciones en las células antes de que evolucionen a cáncer. La médica señala que, aunque muchas mujeres han dejado de realizar esta prueba por la pandemia, es vital llevar a cabo este test, el cual está incluido en las Garantías Explícitas en Salud (GES), lo que facilita su tratamiento y potencial curación.
“En Chile, este examen es gratuito para mujeres de 25 a 64 años, y se aconseja hacerlo cada tres años con un profesional de salud capacitado”, enfatiza la médico-cirujano.
Tamizaje, educación y acceso
En cuanto a las estrategias de promoción y prevención, la experta subraya la importancia de intensificar las campañas informativas y educativas, asegurando el acceso adecuado a la información sobre los riesgos del VPH, tanto para hombres como mujeres. También destaca la relevancia de adherirse al esquema de tamizaje, lo cual podría mitigar los riesgos de desarrollar esta enfermedad y evitar muertes prevenibles.
“La lucha contra el cáncer de cuello uterino no se libra únicamente en los hospitales, sino también en escuelas, centros de salud y comunidades, donde cada mujer debe tener acceso sin temor a las herramientas de detección que pueden salvar su vida. La clave es la educación, desmitificar y fomentar la prevención, superando las desigualdades geográficas y socioeconómicas que limitan el acceso a controles preventivos, incrementando así la vulnerabilidad de las mujeres”, concluye la académica de la UOH en su reflexión final.
Con Información de osornoenlared.cl