domingo 2 febrero 2025
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Artefactos bélicos del apocalipsis

El arquitecto, escritor y periodista cultural Pedro Torrijos se presenta como un “narrador de historias en diversas formas y a través de múltiples plataformas”. Se dedica a explorar el planeta de manera metódica, buscando las construcciones más impresionantes ideas, diseñadas y construidas por la humanidad, muchas de las cuales son poco conocidas.

Ha descubierto, visitado y documentado lugares asombrosos que reflejan “civilización, luz, calma, guerra o sombras”, construcciones resultantes de “deseos, pasiones y generosidad”, pero a menudo empañadas por envidias, odios y malicia. Son espacios que a veces “abandonamos y olvidamos”, un pensamiento que comparte en su última obra, ‘La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables’.

Torrijos (Madrid, España, 1975; https://pedrotorrijos.com) explora y narra a su amplia audiencia, que sigue sus artículos, podcasts, emisiones de radio, publicaciones en línea y libros, historias fascinantes sobre avances científicos y obras monumentales.

También ha encontrado y descrito en su libro relatos de gigantescas estructuras bélicas que son sorprendentes y poco conocidas. Este arquitecto y divulgador identifica tres enormes edificaciones relacionadas con conflictos bélicos que le han impresionado especialmente, según cuenta a EFE.

Se trata de “tres artefactos de guerra que no parecen estar diseñados para tal fin y, sin embargo, como una sirena que suena en la noche, nos recuerdan que el miedo es un sentimiento dominante en la humanidad, dejando tras de sí vestigios de épocas en las que creímos que el mañana sería el último día”, enfatiza.

“Espero que continúen siendo solo ruinas como lo son ahora” y que nunca vuelvan a activarse, refiere Torrijos al hablar de tres megaestructuras en desuso, que define como representativas y potencialmente evocadoras de un Apocalipsis por radio, otro por miedo y uno más por música, respectivamente.

El Pájaro Carpintero ucraniano.

Megaestructura ‘El Pájaro Carpintero’, Ucrania. Creative Commons, facilitada por Kailas Editorial.

“En 1976, cientos de radioaficionados de Europa comenzaron a captar en sus receptores de onda corta una serie de golpes rítmicos, uno tras otro, en un interminable repiqueteo (tac-tac-tac-tac-tac…), al que apodaron ‘Pájaro Carpintero’”, relata Torrijos.

Este sonido, similar al de las aspas de un helicóptero o al martillo neumático, invadió todas las frecuencias de Europa y, con el tiempo, su intensidad creció, llegando a afectar estaciones en Sudamérica, Asia e incluso el Pacífico.

De acuerdo con Torrijos, esta señal interfería con todas las frecuencias, incluso las de la radio convencional y las comunicaciones de aviones comerciales. Nadie podía alterar el ‘Pájaro Carpintero’, cuyo posible origen se localizó en un área de varios cientos de kilómetros en la entonces República Soviética de Ucrania.

La potencia del repiqueteo era tan intensa y su alcance tan vasto que el equipo emisor debía ser monumental, aunque las autoridades soviéticas negaron la existencia de tal aparato.

En realidad, se trataba del Duga-3, una estructura que superaba un kilómetro de longitud y estaba compuesta por dos pantallas semipermeables llenas de cientos de antenas de radar. Era una matriz de varillas metálicas apuntando hacia el cielo, elevándose a la altura de un rascacielos y sobresaliendo entre las copas de los árboles más altos, explicó Torrijos.

El Duga-3, la tercera versión de los radares Duga (que en ruso significa ‘Arco’), emitía ondas que rebotaban en la ionosfera, ampliando su cobertura a más de mil kilómetros, más allá de la línea del horizonte, dejando un rastro sonoro en forma de repiqueteo, conocido como el ruido del Pájaro Carpintero.

“Gracias a su potencia, este radar permitía detectar misiles balísticos Minuteman III antes de que llegaran a soviéticos a los centros urbanos o lugares estratégicos en territorio de la URSS”, aclara.

Sus coordenadas son: 51° 18’ 16.34’’ N, 30° 3’ 53.18’’ E, según Torrijos.

La pirámide del fin del mundo estadounidense.

La Pirámide de Nekoma era una gigantesca pirámide truncada de hormigón que se alzaba solitaria en las llanuras de Dakota del Norte, según detalla Torrijos.

Este coloso formaba parte del Complejo Stanley R. Mickelsen de Salvaguardia Antimisiles, situado cerca del pueblo de Nekoma, y se conocía como la ‘Pirámide del Fin del Mundo’ en varios artículos periodísticos. Medía —y aún mide— aproximadamente sesenta metros de lado y cerca de treinta de altura, comparable en tamaño a un edifico de diez plantas que se erguía sobre el horizonte de la vasta pradera, indica el autor.

“Cada uno de sus cuatro lados tenía un inquietante círculo metálico que miraba hacia todas las direcciones, un complejo sistema PAR que significaba tanto Radar de Adquisición Perimetral como Radar de Matriz de Fase”, describe Torrijos.

Resalta que esta Pirámide era capaz de detectar múltiples objetivos, tanto en cuanto a su localización como a su velocidad.

Durante su existencia, bajo tierra, a unos pocos cientos de metros de dichos radares, reposaban treinta misiles antibalísticos LIM-49 Spartan de largo alcance y setenta proyectiles Sprint de corto alcance, según aclara.

“Si la Pirámide detectaba un misil soviético —como los R-16, R-26 y R-36—, el complejo estadounidense lanzaría un cohete propio para interceptarlo, y dado que el sistema de radar estaba conectado directamente a los silos, la respuesta sería prácticamente inmediata”, puntualiza.

Las contramedidas (los misiles del complejo Mickelsen) también eran nucleares, con el fin de asegurar la destrucción de cualquier misil nuclear que amenazara el territorio estadounidense, añade.

“Al igual que el Pájaro Carpintero, la conocida ‘Pirámide del fin del mundo’ es ahora solo un vestigio de un pasado en el que el miedo reinaba en la humanidad. Ahora son ruinas de un tiempo en que creíamos que cualquier mañana podría ser el apocalipsis”, concluye.

Sus coordenadas son: 48°34’ 36’’ N, 98°22’ 16’’ O, según Torrijos.

El muro sónico taiwanés.

Muro sónico de Kinmen. Taiwán. Foto: rheins / Creative Commons, facilitada por Kailas Editorial.

Esta megaestructura representa una secuela de la época en que el conflicto entre la República Popular China (comunista, liderada por Mao Zedong) y la República de China (capitalista, presidida por el general Chiang Kai-shek) estaba en pleno apogeo a finales de los años 40, explica Pedro Torrijos.

Uno de los territorios en disputa en ese entonces era el archipiélago de Kinmen, ubicado en una bahía y rodeado prácticamente por tierras continentales, donde se encontraban tropas leales a Chiang Kai-shek.

“Tras intensos enfrentamientos entre ambos bandos, la guerra se trasladó de los combates armados a la guerra de propaganda, marcada por el intercambio de panfletos que exaltaban las virtudes de cada sistema: el comunismo y el capitalismo”, señala.

Según menciona, “a finales de 1967, el ejército taiwanés construyó en una base militar de Kinmen un cubo de hormigón de diez por diez metros, perforado por cuarenta y ocho agujeros en los que se instalaron altavoces de alta potencia”.

El propósito de esta construcción, conocida como ‘Muro de Emisión de Beishén’ y que tenía una altura comparable a un edificio de tres plantas, era inundar a los vecinos chinos al otro lado de la bahía con mensajes de propaganda, explica el investigador.

“La intensidad acústica del altavoz era comparable a la de un reactor de avión en el despegue, y las arengas propagandísticas, junto con la música popular de Taiwán que se emitía a diario, no solo alcanzaban los seis kilómetros de distancia hasta la costa continental, sino que se escuchaban a más de veinticinco kilómetros”, concluye Torrijos.

Sus coordenadas son: 24° 29» 19.9» N, 118° 18» 47.1» E, según Torrijos.

Con Información de www.elrancaguino.cl

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